RECORTABLES DE MUÑECAS

Eugenio Otero Urtaza

Universidad de Santiago de Compostela

otero.urtaza@usc.es

Recortables de muñecas.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

Cuando yo era niño se llamaba “jugar a las mariquitas”, un nombre que viene de los recortables de muñecas que ya existían en España hacia 1920. Era unos folios de papel en el que aparecían unas niñas y unas prendas de vestir que se recortaban con unas tijeras. Los vestidos tenían unas aletas que permitían sujetarlo a la niña y se iban cambiando y en eso, en un tiempo en que no existían las televisiones en casa, se pasaba una tarde lluviosa. Era un juego de niñas, pero los niños pequeños no teníamos esa conciencia que hoy se dice de “género” y yo me pasaba horas con mis hermanas recortando las muñecas y los trajes y vistiéndolas. Era un niño muy tranquilo en casa y un demonio para las monjas primero y después para los maestros y profesores en la escuela primaria y el instituto hasta que cumplí catorce años y empecé a ser más aplicado. Mi mamá no entendía que fuese un niño tan pacífico en casa y tan rebelde en las aulas, yo recuerdo que tenía un espíritu bastante insumiso ante aquel ambiente autoritario pero realmente no era traste, simplemente desconectaba y pensaba en mis cosas, de las que me despertaba alguna que otra bofetada y mofa por parte del maestro. Además de jugar a las mariquitas con mis hermanas tenía a una costurera que venía por casa, analfabeta y sabia, (entonces no había mucha industria de la confección y en las casas se hacía nuestra vestimenta) de la que aprendí a enhebrar la aguja, a hilvanar y a coser botones, entre otras cosas. Yo creo que no tenía más de siete u ocho años.

Los niños también teníamos nuestros recortables, debía ser hacia 1960 o 1961, pero no recuerdo que me interesaran. Eran soldados antiguos, todos iguales, con un colbac como gorro terminado en penacho y una espingarda al hombro o entre las manos, que eran difíciles de recortar. Por la base tenían una pestaña para ponerlos de pie, pero era una misión imposible, se caían siempre. Así que no me atraían nada, prefería jugar a las mariquitas. Era una actividad sosegada, que frecuentemente alternaba con otras, como dibujar mis historias, que alguna vez recortaba, y ponía a los muñecos a hablar unos con otros sobre un mesado, conforme la historia que bullía en mi cabeza. Claro está, de estas cosas no podías hablar en clase con otros niños porque me dirían que era una nena y se burlarían de mí. En la escuela jugábamos a intercambiarnos los cromos mediante el “juego de la pared” que consistía en dejarlos caer desde una cierta altura del muro y cuando tocaba en alguno que ya estaba en el suelo, el afortunado podía recogerlo. Por supuesto lo que más interés suscitaba eran los equipos de fútbol de la liga, que tenían jugadores difíciles de conseguir, −los “pollones” contrarios a los “pacotas” que eran los cromos que reiteradamente salían de los sobres− que dificultaban mucho completar el álbum. Era una actividad que suponía un importante elemento socializador fuera de las aulas a principios de curso.

Haciendo una incursión de cómo están ahora las mariquitas y las filas de soldados recortables que se vendían cuando yo era niño me encuentro que existe una actividad coleccionista con el material de las casas editoriales más importantes, entre otras, Casa Paluzie de Barcelona (1865-1940) y Seix & Barral de Barcelona y la editorial Hernando (1828-1936) y Ediciones La Tijera de Madrid (1924-1962). La Associació catalana d’amics del retallable, fundada en 1986, se dedica a conservar este patrimonio tan fungible y gris, así como otras asociaciones presentes en otros países europeos. Entre las ilustradoras, fueron muy célebres las muñecas recortables de María Pascual Alberich (1933-2011), en las editoriales Toray y Susaeta. Pero aunque empezaron a ser populares en España hacia 1920, lo cierto es que la primera muñeca, −si así pudiera decirse porque es una elegante señora− recortable conocida que podría desvestirse y vestirse (solo el sombrero) data de 1791. Apareció en la revista alemana Journal des Luxus und der Moden, publicada en Weimar, como un “juguete para niñitas” que también podía interesar a mujeres adultas. Hacia 1810 surgieron varias compañías europeas que sacaron muñecas recortables como la marca inglesa S.& J. Fuller, con The Little Fanny, un estuche de cartón con siete figuras recortadas una cabeza de cartón y cuatro sombreros que se conserva en la Grummond Children’s Literature Collection de la University of Southern Mississippi. Desde entonces una cantidad importante de editoriales de cuentos infantiles sacaron historias y muñecas recortables, teniendo su época dorada entre 1900 y 1970. Y ya en una última fase se ha visto otro tipo de iniciativas como el caso de Tom Tierney, que creaba muñecas de papel y las vestía con prendas de alta costura y que también ilustró a Barbie.

No es posible en una nota recordar a todas las editoriales e ilustradores que hicieron estos recortables. En España las editoriales Roma y Bruguera fueron muy activas todavía en el tercer cuarto del siglo XX. Esta última llegó a editar muñecas de la casa Famosa como Nancy, e incluso una serie de dibujos de moda como Heidi y Marco. Hoy los hay de lujo como los que hizo la casa Louis Vuitton, en 2013, junto a la estilista Kim Hersov y la ilustradora Kerrie Hess. También algunas modelos se han prestado para los recortables como Kate Moss o Beyoncé, pero esto ya es otra cosa.

Los recortables no deben descuidarse como herramienta pedagógica, y ya Fröbel los tenía entre sus ocupaciones. Son baratos y ayudan a construir relatos que pueden ser una alternancia con otro tipo de juegos y los ordenadores. Recortar figuras planas reclama mucha atención y desde luego es un logro posible, más que los recortables volumétricos de papel que creo no son muy indicados para los niños pequeños. Algunas ilustraciones recortables pueden también fijar muchos conocimientos escolares porque presentan oficios y tipos característicos, escenas de vida y paisajes, así como recuperaran personajes y hechos históricos que como en el caso de la Guerra Civil fueron recogidos por Ricard Martí y Manuel Ortega.

 

Referencias bibliográficas

Coello de la Rosa, Yanira (2018): Mis recortables. Trabajo Fin de Grado. Universidad de La Laguna. En línea: https://riull.ull.es/xmlui/handle/915/7153

López Sala, Francesc d’Assis y Martín Sanz, Luis (2009): Los recortables vistos por sus coleccionistas. Educación y Biblioteca, 173, 85-89.

Medina, Guillem y Simón, Nuria (2015): Vestidas de papel: un recorrido nostálgico por las muñecas recortables de nuestra niñez. Madrid: Editorial Diablo.