PLANCHA

                     UNA ALIADA DE LA DISCIPLINA

Soledad García Gómez

Universidad de Sevilla

solgar@us.es

Plancha. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla

La acción de planchar implica esfuerzo, tiempo, perseverancia y, por todo ello, disciplina. Esfuerzo por ser una actividad que conlleva coger prendas, doblarlas, extenderlas, repetir movimientos continuados y ejerciendo presión con un brazo y mano mientras el otro controla la tela, así como, habitualmente, permanecer de pie. Requiere tiempo porque en una familia de varios miembros se acumulan bastante prendas para planchar. Precisa perseverancia y control de movimientos porque las arrugas a veces son persistentes, porque hay tejidos que se resisten, porque hay piezas muy voluminosas, porque hay prendas delicadas con las que hay que extremar las precauciones para que no se deterioren. En definitiva, precisa disciplina para poder llevar a buen término las acciones planteadas. Disciplina para abarcar toda la pieza, para doblegar todos los pliegues rebeldes, para solventar los percances que se presentan, etc. Es, por tanto, una actividad que requiere dedicación, pericia y trabajo. Es una actividad que, en cierta medida, doblega la voluntad de quien la realiza: hay que entregarse, concentrarse y esmerarse. Si estás planchando es obvio que, como niña, no puedes dedicarte a otros menesteres (jugar, correr, pasear, conversar, explorar, bailar…). Hay que planchar, las sábanas por delante y por detrás, las toallas, los paños de limpieza, los calcetines, la ropa interior, todo es (o era) objeto de plancha. Planchar es estirar, es tensar, es domesticar, es cambiar la apariencia.

Planchar implica hacer un notable esfuerzo físico (obviamente, mucho más en tiempos pretéritos que ahora por las características de la plancha en sí misma en cada época). Una ojeada al mundo de la pintura nos ofrece cuadros cuya temática central son mujeres planchando. Edgar Degas y Pablo Picasso reflejaron la dureza de esta actividad, el esfuerzo que supone a quienes la realizan: las mujeres. Frente a la costura, lavar y planchar eran a principios del siglo XX (y mucho tiempo después) dos actividades intensas y exigentes asociadas a los saberes imprescindibles de las mujeres. Además, eran tareas que se solían hacer en soledad, en el ámbito privado, en la esfera doméstica; se plancha en casa. Se plancha en soledad, sin establecer vínculos, sin socializar con otras personas, sin comunicación. Eso sí, con todos los pensamientos que la concentración en la tarea permitan.

Como ya se anunciaba, esta labor doméstica, vinculada inexorablemente a las mujeres, se empezaba a desempeñar desde la infancia. Muchas mujeres, adultas hoy día, han planchado cuando eran niñas. Y lo hacían por varios motivos: a) para ayudar a sus madres sobrecargadas de tareas, b) para aprender una labor que habrían de desempeñar cuando fuesen mayores, y c) para tener unas destrezas que les permitiesen desempeñar la tarea como medio para ganar dinero a aportar a sus familias. Estos fines eran explícitos en muchos libros de lectura que se utilizaban en el ámbito escolar (Escolano, 2001).

Si damos un salto en el tiempo, un par de ejemplos pueden dar idea de algunos de los cambios acontecidos en las últimas décadas: en numerosas localidades hay empresas con las que se puede contratar el planchado de la ropa, al tiempo que los nuevos géneros textiles se publicitan bajo el eslogan «no necesita plancha». Las niñas hoy día no suelen planchar, no es una actividad cotidiana. ¿Se ha superado entonces la vinculación de la plancha con las niñas? Una búsqueda en internet ilustra la situación actual: aparecen imágenes de niños (varones) con planchas, la mayoría tocando los cables, enchufándolas, observándolas. Sin embargo, el número de imágenes protagonizadas por niñas es mucho mayor; a ellas las muestran disfrutando de la tarea, sonrientes y divertidas. Se ha pasado de planchar por obligación a planchar como juego, lo cual no deja de ser una manifestación de la persistencia de roles estereotipados y sexistas. Las planchas rosa fucsia se publicitan como regalo ideal para niñas (felices). Y esto es así en 2022.

Este mismo año, las cantantes Rigoberta Bandini y Amaia Romero han editado una canción que se denomina «Así bailaba». Se trata de una reivindicación del derecho de las niñas a utilizar su tiempo para hacer tareas diferentes a las que un sector de la sociedad aún se empeña en seguir adjudicándoles. Es un tema creado a partir de la canción popularizada por Los Payasos de la Tele en 1974: «Los días de la semana», cuya letra, coreada alegremente por varias generaciones en este país, decía así:

«Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar
pero no pudo jugar porque tenía que planchar
así planchaba, así, así
así planchaba, así, así
así planchaba, así, así
así planchaba que yo la vi».

Llevamos décadas normalizando que el planchar es una actividad que deben hacer las niñas y, por ende, las mujeres a lo largo de toda su vida. Dejemos a las niñas jugar y bailar todos los días de la semana.

Referencias bibliográficas

Escolano, Agustín (2001): El Pensil de las Niñas. Madrid: EDAF.