JUEGOS DE PACIENCIA 5

                               QUERER SER O NO SER

María Lozano Estivalis

Universidad Jaume I

estivali@uji.es

Imagen: Juegos de paciencia 5. Curso 1933-1934.

Museo Pedagógico de Castellón. Universidad Jaume I.

A principios del siglo pasado una niña quiso ser caballero templario. Después de visitar con su padre una iglesia de esa orden no encontró otra vocación más prometedora. Pero su padre le cortó las alas. ¿Cómo iba a ser una niña caballero y, mucho menos, caballero templario? La niña era María Zambrano y muy pronto experimentó el límite de su género: ser mujer significa no poder ser lo que se quiere ser. En general, la identidad es un juego de continuas renuncias. Tampoco los niños podían ser princesas, ni ocupar el lugar reservado al bello sexo. Como las niñas, estaban predestinados a las imágenes proyectadas en este juego de paciencia. Ellas de perfil, vestidas de múltiples colores pero inmóviles y con una única ocupación: generar esos “mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón” que tanto enamoraban a Antonio Machado. Ellos, de frente, siempre dinámicos aunque un tanto grises.

Resulta llamativo que esta pieza se inscriba en la II República que consagró el principio de igualdad entre los sexos y derecho al voto de las mujeres. El avance en derechos políticos, sociales y civiles era incontestable. ¿Está, entonces, fuera de contexto ese imaginario de contrarios que parece proponer este juego? En absoluto, si tenemos en cuenta que la estructura patriarcal siempre se resiste a quebrarse y en aquel momento las tensiones entre el empuje feminista y el lastre de las tradiciones eran enormes. El profesorado comprometido con el principio de igualdad hizo un esfuerzo extraordinario por ganar ese pulso. Arropadas por una legislación educativa que potenciaba el acceso de las mujeres a los estudios y profesiones que antes les era vetados y alentadas por un conocimiento pedagógico que impulsaba la coeducación, estas personas contribuyeron sin duda a destruir barreras de género. La activista María Valero recuerda esta ruptura como el verdadero inicio de la República: “el principio fue ese día que maestros y maestras retiraron el tabique de madera recubierto con pintura de crema y aceite de linaza que separaba los niños de las niñas en las aulas y salimos juntos a la terraza de juegos, por primera vez, y por siempre” (Agulló:56). Pero es mucho más fácil destruir tabiques físicos que muros mentales y las barreras entre lo que se consideraba masculino y femenino continuaron en pie.

El diseño de juegos y juguetes sexuados en virtud de las funciones que en el futuro se les atribuyera a hombres y mujeres, fue  –aún lo es– una constante. La imagen de la niña en este juego de paciencia es coherente con dicho principio puesto que las pompas de jabón evocan el mundo de la belleza, de lo mágico y fugaz, todo ello adscrito aquí al destino femenino. En realidad, tal y como se repite en la iconografía barroca holandesa, lo que contiene la simbología de estas esferas cristalinas irisadas y efímeras es la fragilidad del propio ser humano. Como la propia infancia, o como su recuerdo, que seguramente es lo que inspiró a quien creara estos dibujos. Pero en este juego de contrarios, el carácter etéreo y colorido pertenece en exclusiva al mundo de las niñas, un espacio infranqueable para los recios y enérgicos niños.

Pero otra cosa inalterable es la capacidad de las criaturas de desbordar límites imaginarios. Más que a qué jugaban las niñas y niños de principios de siglo XX y con qué, deberíamos saber cómo lo hacían, ¿qué imaginaban mientras utilizaban estos juegos? ¿qué deseaban ser? ¿a qué no querían renunciar por obedecer a un rol de género? Escucharles sería visualizar lo que transitaba por esas fronteras cuadriculadas de la representación, lo que se iba construyendo en los márgenes desde otros lenguajes. Atender, en definitiva, a esa razón poética definida por la propia María Zambrano (1977), que permite ser –o no ser– más allá de nuestras circunstancias, nuestra mente o nuestro cuerpo. La que une razón y entrañas, integra contrarios y asume paradojas, y la que, en definitiva, acaba siendo el sustrato que nutre cualquier lucha por la igualdad.

Referencias bibliográficas

Agulló Díaz Mª Carmen (2012): El papel de las maestras en la escuela republicana. En Elena Sánchez de Madariaga (Coord.): Las Maestras de la República. Madrid: FETE-UGT- Fundación Pablo Iglesias y Catarata.

Zambrano, María (1977): Claros del Bosque. Barcelona: Seix Barral.