MANUSCRITO EPISTOLAR
CARTAS Y CALIGRAFÍA: LA VOZ SILENCIOSA DE LAS MUJERES
EN LA HISTORIA DE ESPAÑA
Imagen: Manuscrito epistolar.
Museo Pedagógico de Castellón. Universidad Jaume I.
Fue en el año 2014 cuando tuve la oportunidad de intervenir en la restauración de una serie de cartas manuscritas escritas durante la Guerra Civil española. Recuerdo aquellos documentos plegados y su caligrafía pulida y estudiada. Un día de trabajo, mi tutor de prácticas me preguntó animado “¿Qué, te apetece que las leamos?’’, a lo que indudablemente no pude negarme.
Recuerdo que se trataban de cartas de preocupación, consuelo y ánimos de una pareja de prometidos. Él estaba en el frente, ella le esperaba con esperanza y paciencia. Seguramente, por desgracia, una situación muy común en aquellos tiempos. Sin embargo, lo que más llamó nuestra atención fue la forma en la que estaban escritas, la brevedad y las formalidades. Es innegable que la forma de expresarnos ha cambiado mucho en estos ochenta años, pero la forma de escribir aquellos sentimientos era formal y breve, dando la impresión de simplemente querer estar cumpliendo un objetivo sencillo y sin demasiado esfuerzo.
Cuando vi por primera vez el libro de manuscritos epistolares y su contenido en el Museu Pedagògic de Castelló, hace no mucho, lo comprendí. Y es que no todo ha sido como lo es ahora, una sociedad comunicada por mensajería instantánea y con libertad de expresión, sino que, desde un pasado lejano, las cartas jugaban un papel fundamental en la sociedad.
Los libros de manuscritos epistolares en España tienen su origen en la Edad Media, cuando la comunicación escrita entre individuos, especialmente entre personas distantes geográficamente, se convertía en una necesidad cada vez más apremiante. Estos manuscritos, a menudo compilaciones de cartas y epístolas, se convirtieron en una herramienta fundamental para la transmisión de información, la expresión de sentimientos y la creación de redes sociales y políticas en una época donde las comunicaciones instantáneas no existían.
La práctica de escribir cartas no solo era común entre las élites y los gobernantes, sino que también se extendió entre la nobleza y la burguesía. Sin embargo, la alfabetización y la educación formal eran privilegios reservados principalmente para los hombres. Aquí es donde entra en juego la enseñanza femenina y la relevancia de los libros de manuscritos epistolares.
En la España medieval y renacentista, las mujeres tenían acceso limitado a la educación formal y a menudo se las educaba en casa, principalmente en habilidades consideradas apropiadas para su género, como la costura, la música y la gestión del hogar. Sin embargo, la correspondencia escrita se consideraba una habilidad esencial para una dama educada. Aprender a redactar cartas correctamente no solo facilitaba la comunicación con amigos y familiares, sino que también era una herramienta importante para establecer y mantener alianzas políticas y sociales en un contexto donde el matrimonio era una cuestión de estrategia y conveniencia tanto como de amor.
Los libros de manuscritos epistolares, por lo tanto, sirvieron como guías prácticas para las mujeres jóvenes que deseaban perfeccionar sus habilidades de escritura epistolar. Estos manuscritos recopilan modelos de cartas para una variedad de situaciones y propósitos, como felicitaciones, condolencias, peticiones, agradecimientos y declaraciones de amor. Además de proporcionar ejemplos de cómo estructurar y redactar cartas, estos libros también ofrecían consejos sobre el uso apropiado del lenguaje, la etiqueta social y la expresión de emociones.
La orientación hacia la enseñanza femenina en los libros de manuscritos epistolares se debe a varias razones. En primer lugar, como se mencionó anteriormente, las mujeres tenían acceso limitado a la educación formal y, por lo tanto, necesitaban recursos específicos para desarrollar habilidades que se consideraban esenciales para su papel en la sociedad. En segundo lugar, la correspondencia escrita era una forma importante de participación en la vida social y política, y dominar esta habilidad permitía a las mujeres ejercer cierto grado de influencia y poder, aunque fuera indirectamente, a través de las relaciones personales y familiares.
Además, la escritura de cartas se consideraba una forma aceptable de expresión para las mujeres, ya que les permitía participar en la vida intelectual y cultural de la época sin desafiar abiertamente las normas de género establecidas. A través de la correspondencia, las mujeres podían cultivar amistades, buscar consejo, expresar sus emociones y defender sus intereses de manera discreta pero efectiva. Estos manuales no solo proporcionaban modelos y consejos prácticos para redactar cartas, sino que también reflejaban las limitaciones y oportunidades de la educación femenina en la época, ofreciendo a las mujeres la posibilidad de participar de manera activa y significativa en la esfera social y cultural a través de la escritura epistolar.