LÁMINA DE EDUCACIÓN

                  SEXUAL

     EDUCACIÓN SEXUAL ESCOLAR: CONOCER MI (SU)

                               CUERPO Y RESPETARLO

Francisco Arriero Ranz

Universidad de Alcalá

francisco.arriero@uah.es

Imagen: Cartel Educación sexual escolar.

Museo de la Educación “Antonio Molero”. Universidad de Alcalá.

La historia de la Educación tiene una deuda con el feminismo. No suele expresarse con la contundencia necesaria que el acceso de la mitad de la población a la educación no cayó del cielo ni fue una concesión de las élites. Desde Mary Wollstonecraft, la reivindicación central de las primeras feministas fue exigir una educación de calidad para las mujeres. De igual manera, no se entiende el paso de la educación segregada a la mixta sin la reflexión compartida por muchas educadoras de que no se podía aislar  la escuela  de la vida, como señalaban las pedagogías progresistas desde principios del siglo XX. 

En el caso de España, después de las experiencias coeducativas republicanas, la dictadura impuso una férrea segregación en la escuela y no fue hasta 1970 con la aprobación de la Ley General de Educación cuando se comenzó a implantar la escuela mixta, aunque manteniendo la diferencia entre enseñanza femenina y masculina (Ballarín, 2004). Los primeros manifiestos y programas de las plataformas de organizaciones de mujeres tras la muerte de Franco denunciaron esta situación y plantearon la necesidad de distinguir entre la escuela mixta, que imponía a las niñas un currículo patriarcal pensado para los varones, de la verdadera escuela coeducativa, aquella capaz de formar personas libres de cualquier discriminación por cuestiones de género.

Las feministas llevaron estas críticas al sistema educativo a través de los grupos de renovación pedagógica que surgieron en la Transición y de los Seminarios de Estudios de la Mujer que comenzaron a crearse en algunas universidades. De estos espacios surgieron investigaciones en las que se cuestionaba la neutralidad del espacio escolar, se señalaba el androcentrismo de las instituciones educativas y la existencia de un currículo oculto de género que continuaba transmitiendo discursos patriarcales que condicionaban las vidas de las niñas y sus expectativas educativas (Robles, 2018: 59).

Para superar estas barreras se proponía una renovación de los currículos y materiales didácticos incorporando la experiencia histórica de las mujeres, y se planteaba la necesidad de modificar las actitudes y el lenguaje del profesorado. También se consideró esencial llevar la educación sexual a la escuela, aprovechando la labor divulgativa desarrollada por los centros de Educación Sexual y Planificación Familiar creados por el propio movimiento feminista y que continuaron muchos ayuntamientos tras las primeras elecciones municipales en 1979.

En el Museo de la Educación “Antonio Molero” de la Universidad de Alcalá se conserva un cartel que recoge estas aspiraciones. Se trata de un dibujo de un niño y una niña desnudos, dados de la mano, mirando sonrientes al frente. En la parte inferior aparece símbolo de copyright con el texto “Centro Municipal del Salud- Educación sexual escolar”. La sexualidad representada como algo natural, compartido, alegre y esencial para formar seres respetuosos, completos y felices. Se trata de uno de tantos carteles editados esos años para promocionar desde los centros de salud  lo que no se hacía desde los ministerios de educación del momento, ensayando distintas fórmulas de apoyo (materiales, recursos y asesoría) a las docentes interesados en promover la educación sexual en las aulas. De esta manera, algunas maestras pioneras en colaboración con sanitarios y sanitarias de los centros de salud asumieron el reto coordinar esa educación sexual escolar.

En 1990 con la aprobación de la  Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) se incluyó por primera vez la educación sexual de manera transversal dentro del bloque de “Educación para la Salud”. Sin embargo, la mayoría del profesorado no tuvo el grado de compromiso que exigía esa transversalidad, y las profesoras y maestras que sí lo tuvieron se sintieron en muchas ocasiones desautorizadas por padres y madres conservadores. Distintos volantazos en las leyes educativas posteriores y la ola reaccionaria de nuestros días hacen que la educación afectivo-sexual, aunque sea uno de los contenidos incluidos en nueva Ley de educación (LOMLOE, 2020), siga siendo la gran asignatura pendiente en la escuela en un contexto de hipersexualización y aumento de la violencia de género y sexual entre los jóvenes, problemas difíciles de frenar si la escuela no promueve el respeto hacia el cuerpo del otro/a y las relaciones afectivas en igualdad desde edades tempranas.

Referencias bibliográficas

Ballarín Domingo, Pilar (2004): Género y políticas educativas. Revista de Educación, nº 6, 35-42.

Robles Sanjuán, Victoria (dir.) (2018): Educadoras en tiempos de transición. Madrid: La Catarata.