ESCUDO ESCUELA PÚBLICA

     ELEMENTAL DE NIÑAS

                  EL SÍMBOLO DE LA ESCUELA PÚBLICA

María del Mar del Pozo Andrés

Universidad de Alcalá

mar.pozo@uah.es

Imagen: Escudo distintivo placado en hierro fundido aprobado por la Dirección General de Instrucción Pública y que identificaba una escuela pública de niñas (hacia 1893).

Museo de la Educación “Antonio Molero”. Universidad de Alcalá.

Cuando comencé a trabajar sobre los modelos de nacionalismo español impulsados a través de la escuela primaria, me sorprendió enormemente comprobar los esfuerzos nacionalizadores llevados a cabo por los políticos liberales finiseculares. Uno de los más entusiastas fue Eduardo Vincenti, quien, durante su etapa al frente de la Dirección General de Instrucción Pública, promulgó la O. de 10 de noviembre de 1893 ordenando que en el frontispicio de todas las escuelas públicas se pusiera el escudo nacional orlado por el motto con la categoría de la escuela (incompleta, elemental, superior, de niños, de niñas o mixta) así como el organismo del que dependía dicha escuela, la Dirección General de Instrucción Pública, pues aún no se había creado el ministerio del ramo. Para que todas las escuelas públicas lucieran el mismo símbolo se diseñó un modelo que yo reproduje en uno de mis libros (Pozo Andrés, 2000). El unificar este símbolo común y fácilmente reconocible era una cuestión de enorme importancia para los políticos liberales, pues tenían la esperanza de que en cualquier pueblo o ciudad de España los paseantes identificaran la escuela, no por la habitual algarabía infantil que traspasaba sus muros, sino por el escudo que brillaría orgullosamente en su fachada y que transmitiría el mensaje de que esas paredes albergaban un trozo de la nación.

Por lo tanto, este escudo adquirió una enorme carga simbólica; no era un mero objeto decorativo, sino la representación de lo que para muchos políticos e intelectuales representaba el ideal de la escuela pública, que identificaban con la escuela nacional, y definían como la escuela que acogería a toda la infancia por igual y que lograría fundir en sus aulas todas las diferencias de sexo, clase social, religión o procedencia geográfica para convertirse en un modelo de igualdad y fraternidad, en una comunidad democrática que permitiría transformar la sociedad española y conducirla por caminos propios de las democracias europeas. Por eso, este escudo fue mantenido, no sólo por los diferentes gobiernos monárquicos, sino también por los republicanos, en un ejemplo de rara unanimidad simbólica. Se incorporó el nombre del Ministerio de Instrucción Pública tras su creación, se aligeró el peso de las placas, que se convirtieron en las chapas de latón policromadas conocidas por todos, se modernizaron los elementos heráldicos y se introdujo una corona de laurel orlada con los colores de la bandera monárquica o republicana, según la época, que prácticamente llegó a ser el único signo distintivo para poder datar estas placas.

El escudo que se conserva en el museo Antonio Molero de la Universidad de Alcalá se corresponde con la primera época, la anterior a 1900, pues aún no se había creado el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Las placas de esta época son tremendamente raras, tanto por su inmenso peso como por los materiales con los que fueron construidas, más nobles que los de las etapas posteriores. Pero este escudo tiene un valor sobreañadido; sabemos que Antonio Molero lo adquirió en Cuba, lo que hace sospechar que fue uno de los primeros ejemplares fundidos en torno a 1893/1894 y enviados a las últimas posesiones coloniales para recordar a sus habitantes que aún formaban parte de la nación española, así como para recordar a sus maestros la obligación de “españolizar” a la infancia autóctona desde la escuela. Es muy difícil que en las denominadas “colonias”, en los restos náufragos del casi extinto Imperio español, se comprendiesen – y mucho menos se compartiesen – los ideales unificadores y nacionalistas de Eduardo Vincenti. Y por eso, porque alguna maestra se negó a colgar en la puerta de su escuela este objeto, que posiblemente viese como símbolo del dominio colonialista, es por lo que esta placa de hierro no se corroyó y ha llegado hasta nosotros.             

Referencias bibliográficas

Pozo Andrés, María del Mar, del (2000): Currículum e identidad nacional. Regeneracionismos, nacionalismos y escuela pública (1890-1939). Madrid: Biblioteca Nueva.