MUÑECA CON UNIFORME
LA MUÑECA VESTIDA DE AZUL
Imagen: Muñeca vestida de azul (uniforme del colegio Saint Maur).
Museo Complutense de Educación. Universidad Complutense de Madrid.
En invierno, cuando me toco la nariz, recuerdo a mi abuela Flora. Ella me contaba que, a los pocos días de nacer, me tenía en brazos y cantaba una canción:
Tengo una muñeca vestida de azul,
con su camisita y su canesú,
la saqué a paseo se me costipó…
Mientras me mecía notó que estaba inquieta, hasta que al tocarme la nariz, descubrió que la tenía helada. Estábamos en pleno mes de julio, pero ella me abrigó con una toquilla y yo me quedé dormida.
Mi madre, su hija, tuvo una muñeca vestida de azul, pero ella no la llamaba así, le puso un nombre más descriptivo la Muñeca que habla. Debió de ser un gran invento para la época y seguro un regalo especial, porque haciendo honor a su nombre, llevaba un cordón blanco a la espalda, con una argolla redonda de plástico y al tirar de ella, la muñeca decía con una voz llena de eco: “tengo frío”, “tengo hambre”, o “tengo sueño”. Para sorpresa de las personas adultas, mi madre, que no tenía edad de cubrir las necesidades de nadie, al escuchar a la muñeca, lloraba de indefensión.
Esta historia me la contaron mis abuelas al entregármela, el día en que, según ellas, tuve edad suficiente para jugar con muñecas antiguas de alta tecnología, sin romperlas. Ellas custodiaban los juguetes de mi madre, bien guardados y cuidados, y yo heredé muchos en perfecto estado. Recuerdo un baúl lleno de ropita para muñecas de todo tipo y tamaño que ellas mismas habían hecho.
Ellas perdieron todos sus juguetes cuando, durante la Guerra civil se vieron obligadas a dejar su hogar. Durante los años que duró la guerra, perdieron su casa, juguetes y su vida infantil. Puede que por ese motivo, mis abuelas guardaban todo, desde cajas de botones y cremalleras, a telas de los bajos de los pantalones que arreglaban, pasando por baúles antiguos, discos, máquinas de fotos… Lo guardaban “todo” sin exagerar y además ¡eran capaces de encontrarlo!
Cuando yo jugaba con la muñeca, me gustaba cambiarle de ropa: tenía un traje verde con peto y falda de tablas, una blusa blanca, pantalones vaqueros largos, zapatillas de deporte y hasta un chaleco. Cuando dejé de tener edad de jugar con muñecas, mis abuelas le pusieron el antiguo uniforme hecho por ellas, con medalla y gorro incluidos, ese mismo que llevaron de niñas en su estancia en el colegio Saint Maur, y después, quizá un poco más moderno, vistió mi madre, también yo misma y ahora, mi sobrina.
La Muñeca que habla se convirtió en la Muñeca vestida de azul marino y años más tarde, nos mira desde la vitrina del museo, esperando quizá que alguien venga a jugar con ella.
¿Qué diría ahora si hablara?, ¿cuáles serían sus inquietudes?, ¿qué ropa le gustaría ponerse si pudiera elegirla? Imposible saberlo, la Muñeca vestida de azul, guarda un siglo entre sus faldas y nos devuelve estas preguntas mientras nos mira con sus ojos de plástico sin cambiar el gesto.