CERTIFICADO SERVICIO

     SOCIAL DE LA MUJER

                              PARA PODER CONDUCIR

Noelia Antúnez del Cerro

Universidad Complutense de Madrid

nantunez@ucm.es

Imagen: Certificado Servicio Social de la Mujer. Sección Femenina.

Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

María había sido la niña que cualquiera podría imaginar con ese nombre, una niña humilde, bondadosa como la Virgen, en cuyo honor le pusieron el nombre. Cuando cumplió los 17 años se apuntó a hacer el servicio social de la mujer, era lo que se esperaba de ella y, además, estaba deseando recibir esas clases en las que poder ayudar a los más necesitados y aprender a cuidar de su futuro esposo, Jesús, con quien se casaría cuando él acabara el servicio militar. Ya había aprendido, en su infancia, la importancia del servicio y deseaba agradar a los demás, sabía que era peligroso desobedecer.

Fernanda era una joven de 18 años que estaba deseando conocer y recorrer el mundo entero y, aunque tenía novio, no tenía prisa por casarse, quería disfrutar de la vida antes de hacerlo. Lo tenía todo planeado desde hace tiempo: empezaría a trabajar y gracias a eso podría ahorrar para pagarse los billetes de autobús que le llevarían a su primer soñado destino: París. Para poner en marcha su plan sólo tenía que cumplir con un requisito: hacer el servicio social de la mujer que necesitaba tanto para trabajar (fuera de casa y de forma remunerada) como para sacarse el pasaporte tendría.

Manuela era la segunda de 4 hermanas, estaba trabajando desde hace un tiempo e hizo el servicio social porque quería sacarse el carné de conducir.

María y Fernanda pudieron ser dos mujeres reales como mi madre, Manuela, o algunas de las miles que entre 1937 y 1978 cumplieron con su “deber Nacional” por motivos muy diferentes. El servicio social de la mujer no era obligatorio en sí (como si lo era el servicio militar para los hombres), pero era un requisito imprescindible para aquellas que querían poder algo de independencia sin estar casada. El 9 de octubre de 1937, se publicó el decreto que obligaba a las mujeres solteras que tuvieran entre 17 y 35 años a prestar unos servicios a la Nación siempre que quisieran, manteniendo su soltería, tener un trabajo remunerado, un título académico, el pasaporte o el carné de conducir, por ejemplo. Estos servicios formaban parte de una formación de unos 6 meses de parte más teórica y otros 6 más práctica, en la que, una vez a la semana, se reunían para hacer cosas como participar en una cuestación para la Cruz Roja, ir a visitar a personas mayores que se encontraban en un asilo o crear entre todas canastillas para recién nacidos.

No es de extrañar que generaciones de niñas educadas con materiales como el libro “Virtud y Patria”, en el que con la excusa de enseñar la letra ligada se aprovechaba para introducir el beneficio de poseer virtudes como la caridad o la humildad o los peligros de desobedecer (Antúnez del Cerro, 2023), quisieran seguir formándose para llegar a ser buenas madres y buenas esposas, y para las que el servicio social femenino fuera una oportunidad para seguir aprendiendo y demostrar sus virtudes y su valía como futuras esposas y madres. Tampoco sería raro pensar en mujeres en las que el deseo de independencia fuera tan grande que, ante la necesidad de participar en este servicio social a cambio de la posibilidad de poder trabajar, estudiar, conducir o viajar al extranjero, eligieran la opción de seguir recibiendo un adoctrinamiento en el que no creían como pago por esas pinceladas de libertad.

El objetivo de este programa “educativo”, visto desde el prisma actual, no era más que el de seguir inculcando los valores de la dictadura franquista y dejar claro a la mujer cuál era el papel que se esperaba de ella en la sociedad, sobre todo si pretendía gozar de determinadas libertades sin un hombre a su lado, dando a las mujeres la aparente posibilidad de elegir, pero manteniéndolas supervisadas por un hombre y/o por la Nación. Hasta noviembre de 2022 (Ley 24/2022, de 25 de noviembre, para el reconocimiento efectivo del tiempo de prestación del servicio social de la mujer en el acceso a la pensión de jubilación parcial, 2022) no se les ha empezado a computar a las mujeres el tiempo invertido en ese servicio social de la mujer del mismo modo en el que sí se les computaba el servicio militar a los hombres en las jubilaciones. Lamentablemente la lucha por la libertad y la igualdad de todas las personas en general y la de las mujeres en particular, sigue siendo necesaria, que este documento nos sirva de recordatorio.

Referencias bibliográficas

Antúnez del Cerro, Noelia (2023): Manuales patrióticos para la formación de niñas. Virtud y patria, un manual patriótico para la educación. En Álvarez Domínguez, Pablo y otras (Coords.): Patrimonio histórico educativo en femenino: objetos y sensibilidades. Gijón: Trea, 189-192.

Ley 24/2002, de 25 de noviembre, para el reconocimiento efectivo del tiempo de prestación del servicio social de la mujer en el acceso a la pensión de jubilación parcial. En línea: https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2022-19621