JUEGO DE ANATOMÍA

               HUMANA

         DESMONTABLE

                 YO NO SOY ESE QUE TÚ TE IMAGINAS

Rosa Vázquez Recio

Universidad de Cádiz

rmaria.vazquez@uca.es

Imagen: Juego de Anatomía Humana Desmontable.

Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

Hablar de este objeto me lleva a mi infancia, y lo hago desde el lugar que ocupo. Estudié en un colegio de monjas – lo incomprensible comprendido con el tiempo-, y todo lo relativo al cuerpo era impensable, básicamente por dos razones. Una lo era por la bien aplicada lógica cartesiana que nos ha separado, siempre, en mente y cuerpo. Como buen binarismo, el primer componente de la relación dicotómica, que se sostiene en lo opuesto o contrario, se benefició del segundo; ejerció privilegios sobre este (cuerpo). De tal modo que lo prioritario, lo importante era el primero, la mente o sus variantes, la razón, el raciocinio, el pensamiento, etc. Del cuerpo, nada se supo; quedó como portador de la “cabeza” tan necesaria para aprender las letras, los números, pero también de lo que estamos hechos y hechas. Así aparecía en la escena escolar los diferentes aparatos del cuerpo humano (aparato respiratorio, aparato digestivo, aparato circulatorio, aparato reproductor…), de un cuerpo del que, en sí, no tomaba conciencia, porque era simplemente, eso, el portador de la “cabeza”. Además, segunda razón, pensar en el cuerpo, saber del cuerpo, sentir el cuerpo más allá de estructuras, órganos, tejidos, células que lo componen, y en algunos casos, sin entrar en demasiados detalles –háblese del aparato reproductor que parecía que el simple nombramiento de ciertas partes escocía– era un tabú o pecado. Vivir en un cuerpo sin vivir el mismo. Así, pues, el cuerpo quedaba reducido a ser portador y a su dimensión puramente biológica.

En el libro de Ciencias Naturales (Naturaleza) se hablaba de “anatomía” para hacer referencia a esa rama de la biología dedicada al estudio de la estructura de los seres vivos, ofreciendo, de manera diseccionada –anatomé-, la forma, la disposición, la ubicación de los órganos que componen, en nuestro caso, el cuerpo humano. Para acercarnos a su anatomía, y transitar de lo abstracto (libro de texto) a lo tangible -manipulativo-, se idearon artefactos (culturales-políticos) como el juego de anatomía del cuerpo humano en su modalidad desmontable. Suponía pasar de un discurso a otro, de una representación a otra, y de un símbolo a otro para aprender, pero en esencia, todos estos cambios eran una demostración tácita de hegemonía aceptada y de un estado inmaculado del cuerpo carente de significados sociales, de historias, de deseos, de tensiones, de conflictos, de traumas, de poder, pues el cuerpo era solo el portador biológico de la “cabeza”. El cuerpo humano tratado como neutro, pero también como universal. Se potenciaba la construcción de la idea de que todos los cuerpos posibles eran/son iguales, y cuyo desarrollo sigue procesos idénticos y homogéneos. En esta construcción del cuerpo humano había UN cuerpo: el cuerpo masculino. Este era el modelo, y, sobre todo, el referente en el proceso de imaginar cómo era nuestro cuerpo, de explicarlo y de comprenderlo; un modelo referencial aplicable a todas las posibilidades humanas que quedaban resumidas en una que era UNO.

Con todo ello, el cuerpo queda al servicio de la mente, invisibilizado por la primacía de esta, en la que se deposita la confianza en la construcción de ser sujeto; pero, al mismo tiempo, cuando se toma el cuerpo para representar su anatomía (que incluye la cabeza), el cuerpo simulado (las siluetas de las dos primeras figuras y el “cuerpo” de la tercera) invisibiliza otro, el cuerpo de las mujeres. De nuevo, se impone la lógica dicotómica en la relación hombre-mujer: el primer componente domina al segundo, quedando este en un estado de subordinación, de silenciamiento y de invisibilización, y, cuando no es así, aparece como objeto y no como sujeto con derechos e identidad propia; una lógica que ha permitido la construcción dicotómica y jerárquica de modelos de masculinidad y feminidad. “El cuerpo del hombre es la medida de todos los cuerpos”.

¿Y qué ocurre con la “cabeza”? Si no la perdemos, la “cabeza” (mente, razón, raciocinio…) tiene una pertenencia que es revelada por el rostro de la tercera figura: la mente tiene rostro de hombre; la razón le pertenece.

Atrás quedó este desmontable del cuerpo humano, pero su recuerdo, que habita en nuestra memoria -individual y colectiva-, nos ha de reafirmar en la necesidad de seguir trabajando por un mundo sin binomios, sin exclusión y sin discriminación.

 

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.

Queremos flores hoy.

Cuanto nos corresponde.

El jardín del que nos expulsaron.

Gioconda Belli, 8 de Marzo