ROMPECABEZAS
CONSTRUIR ESCENAS EN JUEGOS Y EN LA VIDA REAL
Imagen: Rompecabezas. S XIX.
Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.
“Rompecabezas”. Seguramente en nuestro hipersensible siglo XXI un juguete que se llame “rompecabezas” puede herir sensibilidades puesto que aquello de la metáfora, el símil y cualquier figura retórica, son cada vez más desconocidas. Con este apelativo no vendería e incluso podría hasta ser retirado del mercado. Es más “pacífico” llamarlo “puzle”. Que por cierto, este anglicismo proveniente de la palabra inglesa “puzzle”. Es un anglicismo españolizado, puesto que la manera en la que se pronuncia “puzzle” es “pasel” y no puzle, pero “this is Spain”.
Este juguete como todos los mostrados en esta exposición virtual, nos teletransporta a la época en la que el mayor de nuestros problemas era solucionar el puzle. Ahora ¿con cuántas cosas más nos rompemos, muchas de las veces de manera innecesaria, la cabeza?
Este juego, aparte de desarrollar las habilidades psicomotrices, agudizaba el análisis visual y tridimensional. Nos enseñaba a que un cubo tiene seis caras, seis escenas, seis mundos posibles. Con estas piezas también se podía jugar a crear escenas que no eran las correspondientes al dibujo: poner cabezas o piernas de escenas diferentes. Por otro lado, al ser cubos, si el niño o la niña ya estaban cansados de jugar a realizar los puzles, siempre podía ponerse a hacer construcciones a modo de pequeños ladrillos.
Este juguete, en principio, estaba y está destinado tanto a niñas como a niños. Las escenas representadas en el siglo XIX eran, ante todo, bucólicas. Escenas en las que lo varones cazaban, jugaban, montaban a caballo, pescaban, conducían, y las niñas miraban cómo se realizaban esas tareas o como mucho, colaboraban en el juego siempre ayudándolos a ellos. Por ejemplo, en una escena en la playa jugando con la arena el niño es quien sube a la cima de la montaña coronándola con una bandera. Los niños reproducían esas escenas de manera literal, puesto que de eso se trata un rompecabezas: algo que está desordenado hay que ordenarlo. En este caso con el “orden establecido” de los hombres realizando tareas laborales y de ocio, y las mujeres y niñas limitadas al mantenimiento del hogar y como subalternas de los hombres, o simplemente, viendo cómo hacían esas actividades. Sí es cierto que en ocasiones se representaban a mujeres y niñas realizando algún oficio, como puede ser el de vendedoras ambulantes, pero siempre con un prestigio inferior al de los hombres.
Con el tiempo, las piezas de este juego, en origen de madera litografiada, pasaron a ser de otros materiales como el plástico. Llegaron otras escenas más fantasiosas como por ejemplo personajes de dibujos animados tipo cómic, como ya ocurría a finales del siglo XX. Como cualquier creación cultural hay que analizarla teniendo en consideración los patrones de comportamiento establecidos. Actualmente encontramos puzles de múltiples temas, incluso puzles personalizados con fotos de cualquier persona, animal o cosa y con escenas sin roles de géneros marcados.
Por suerte, la sociedad cambia y ya a las niñas y niños no se les coarta en la elección de juegos favoritos. Afortunadamente, no todos los progenitores han seguido lo establecido en la época, y esas pioneras y pioneros que han roto barreras en muchas ocasiones, se lo deben a madres/padres que les han dejado desarrollarse, primero en lo que les gusta, y luego en que ese gusto se les diera bien. Porque primero se aprende mirando (en este caso las escenas) y luego haciendo (reproduciendo las escenas vistas en los juegos). Cuando gustos, oportunidades y capacidades adecuadas van de la mano, se consigue a un/a niño/a, y posteriormente, a un adulto/a realizado/a.