ESCAPULARIO

         EL ESCAPULARIO: MUCHO MÁS QUE UN OBJETO

Isabel Orellana Vilches

Fundación Fernando Rielo

 

Imagen: Escapulario Apostolado de la Oración. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

Hablar de este objeto requiere entrar en la antropología cultural de la religión y también recordar que no puede relegarse a épocas pasadas. Ciertamente tuvo un peso significativo en la España de las primeras décadas del siglo XX, que fue consagrada a María en 1954 como lo había sido al Sagrado Corazón de Jesús en 1919. Y ello se produjo en medio de una sociedad que en su mayoría se declaraba creyente y practicante, con lo cual el escapulario alcanzó una relevancia que en la actualidad no posee por muchas razones cuyo análisis nos llevaría por vericuetos impropios de una reseña. Pero ello no significa su desaparición, como como ha sucedido con otros objetos que ahora son raras piezas exclusivamente museísticas.

El escapulario, como signo de devoción eminentemente mariana, aunque está dedicado también al Sagrado Corazón de Jesús, prosigue vigente y se actualiza en el devenir de muchas personas que o bien lo portan de forma privada, o lo hacen públicamente al participar en actos cuyos miembros lo han adoptado como signo de pertenencia a un determinado grupo que comparte una misma afinidad dentro de una Hermandad, o de ciertas congregaciones católicas, donde el escapulario forma parte del hábito que visten.

El origen y la historia del escapulario es ilustrativa del impacto de la fe de los pueblos que durante siglos se mantuvo viva y ha permitido también que este objeto sobreviva hasta el presente. El estudio muestra la cantidad de advocaciones a María que se han plasmado en los minúsculos trocitos de lana pespunteados con el color de un pequeño cordón que permite colgarlo al cuello (aunque algunas personas lo sujetaban a una prenda interior con un imperdible) que fueron los escapularios que masivamente se difundieron en España durante parte del siglo pasado. En su mayoría dedicados a la Virgen del Carmen porque fue al carmelita san Simón Stock en el siglo XIII a quien Ella se lo entregó, y los carmelitas sus máximos difusores. Otros escapularios, de mayor tamaño y otra hechura, como el que aquí se ha seleccionado y que está dedicado al Apostolado de la oración, tiene la efigie del Sagrado Corazón de Jesús, y es el emblema que dio en Francia el fundador de este movimiento con el que se promueve su devoción. Cualquiera puede abundar en su historia con los medios que pone a nuestro alcance la tecnología.

 

Pero lo que cabe destacar de todo escapulario, con independencia de la imagen que se haya elegido para encabezarlo según los fines o ideario de las agrupaciones o devociones particulares —aparte de que todos constan de dos piezas, una en cada extremo— es la fe que muchas personas han depositado al elegirlo creyendo verdaderamente en su protección. Podrá tomarse como superstición, o idea sin fundamento, pero numerosos combatientes de la Guerra Civil española llevaban sobre su pecho lo que se denominó “detente bala”, un escapulario bien de metal o de tela con la efigie del Sagrado Corazón de Jesús que, por supuesto, no sirvió para evitar la muerte de muchos, pero que les mantuvo esperanzados en medio del terrible fragor de la batalla. Vivieron inmersos en la barbarie convencidos de que estaban siendo sostenidos por Él.

La íntima convicción de que hay algo más tras el paso por este mundo es compartida por infinidad de personas de todos los siglos porque obedece a la propia constitución humana de un ser espiritual con un cuerpo y una psique, cuyo espíritu ha sido creado por un ser superior; no por una materia orgánica. Y eso abre a la persona al infinito y a la trascendencia. Muere lo material, pero no lo espiritual. Este es el trasfondo de quien, con auténtica devoción, eligió llevar un escapulario por medio del cual, aunque no sólo, se estaba encomendando a María o al Sagrado Corazón de Jesús.