ABANICOS
EL LENGUAJE INSINUADO
Imagen: Abanicos. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.
Atesora el poder acumulado de su larga historia, del tiempo inmemorable y de las culturas a las que ha abanicado (egipcia, babilónica, persa, griega, romana). Los registros explican que surge en Corea, China y Japón como instrumento plegable, similar a como lo conocemos hoy. Con anterioridad, alrededor del siglo X, se tiene evidencia de la existencia de los denominados flabelos rematados por plumas que se unían a un palo largo. Este instrumento, que sirvió para espantar insectos y con el que golpear o agitar el aire mediante movimientos de muñeca para promover una pequeña corriente que permite refrescarse, viajó desde el continente asiático al resto del mundo y se asentó en las diferentes partes del globo para aminorar el calor en las zonas cálidas, acompañar los estilismos de mujeres y hombres y servir como pieza de decoración o como objeto de recuerdo (Padilla, 2021; Sadurní, 2021).
Tan utilizado y desconocido, al menos en cuanto a cómo se denominan los elementos que lo componen; los más ilustrativos son “el país” y “el varillaje” que se confeccionan en distintos materiales, según la época, el origen de la pieza o la función a la que se destine el abanico. El país es la tela o el papel que se pega al varillaje de modo que pueda plegarse y extenderse para abrir y cerrar. A veces, su ribete exterior se adorna con “puntilla” para realizar una pieza de exhibición. El país se pinta, tinta o incluso borda con motivos llamativos que pueden representar desde escenas costumbristas (con personajes, pájaros o flores) a eslóganes reivindicativos. El varillaje es el conjunto de tiras iguales que se pintan, lacan o perforan y que pueden ser de distintos materiales; madera, bambú, plástico y que permiten la rigidez y flexibilidad necesarias para su fin.
Su magnetismo también se explica a través del simbólico social, a través del aleteo compartido. En Andalucía, lo sentimos de una manera especial porque nos trae el fresco, la comunicación y es parte de nuestro folclore. Nos recuerda a la verbena y a la charanga, y al trabajo de sol a sol. El abanico nos lleva al patio de vecinos y a las fresas que cuelgan de sus paredes junto a los geranios, a la silla de enea, a mi abuela Antonia, a las viejas de nuestra vida a su sabiduría y paciencia. El abanico es parte de ese espacio de confianza, de conocimientos compartidos, de experiencias y apoyo mutuo. Todas cosas que son muy del Sur y de sus mujeres. El abanico sigue siendo lo que fue, una manera de expresarse, a golpe de pecho se expresan la alegría, el enfado y la rabia disimulada. En otro tiempo el amor o el deseo para aquellas a las que se les negó la voz y la capacidad para decidir sobre su destino amoroso. Abanicarse lentamente, abrir y cerrar rápidamente, cubrirse la boca por el revés o por el anverso, eran códigos que utilizaban las mujeres para relacionarse en el amor y el cortejo. El abanico, varita mágica, cantaba Lolita Sevilla: En el parque peregrino de la Alhambra/ Las mujeres se detienen a mirar/ Y en el fino encaje de su varillaje/ Al hombre lo consiguen atrapar.
Pobres arrebatados, pobres todas.
El abanico enamora, puede serlo todo, extravagante, ordinario, costumbrista, rebelde, nostálgico, con él se señala, se dirige, se reprende. El abanico da un poder invisible, el de la palabra insinuada.
Imagen: El vendedor de abanicos. Óleo por John Bagnold Burgess. 1897.
Referencias bibliográficas
Padilla Monge, Jose Manuel. (2021): El abanico. Un lujo entre las manos. Sevilla: Padilla Libros. En línea: https://www.juntadeandalucia.es/presidencia/portavoz/160768
Sadurní, Juan Manuel (30 de julio de 2021): El abanico un instrumento para comunicarse y combatir el calor. Objetos tradicionales. En línea: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/abanico-instrumento-para-combatir-calor-y-para-comunicarse_17062