CATÓN

Xavier Motilla Salas

Universitat de les Illes Balears. GEDHE/IRIE

xavier.motilla@uib.es

Catones. Catón nuevo y Catón Moderno.
Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla

El catón fue de los primeros libros que usaron las niñas en la escuela para introducirse a la lectoescritura y con ello iniciarse en la cultura letrada. Los diversos catones editados según las épocas reflejan los valores que desde la escuela se atribuyó a las niñas y a los niños en la sociedad española. Así pues, y respecto a la imagen y papel atribuido a las niñas, la selección del vocabulario, los papeles representados por ellas iconográficamente y en los textos reproducidos, los objetos y juguetes que se les atribuyeron, etc., en los distintos catones publicados dan cuenta y son un reflejo del imaginario social que de la niña se tenía a lo largo del tiempo (Escolano, 2001: 79-80).

En el siglo XIX, en el proceso de aprendizaje de la lectoescritura en las escuelas, generalmente primero se enseñaba a leer y posteriormente a escribir. Las editoriales S. Calleja y J. Dalmau, entre otras, intentaron con sus libros difundir el procedimiento simultáneo de la lectura por la escritura. En este sentido, El Catón de los niños, de la editorial Calleja, es un ejemplo de ello (Esteban, 1997: 333). Aprender a leer, además de una técnica academizada, fue una disciplina moral sujeta a la sanción social. El uso iconográfico del asno, satíricamente, en los catones del siglo XIX para representar y ridiculizar a los analfabetos fue frecuente y permaneció en el tiempo.

Por otro lado, podemos encontrar ejemplos del intento de modernización de la enseñanza de la lectoescritura en diversos catones y silabarios de finales del XIX, como por ejemplo el Silabario intuitivo (1879 y 1899) de la editorial Paluzie, que se inspiraba en los principios pedagógicos de la intuición, la asociación verboicónica y la realización de ejercicios grafo-fonéticos. Otro ejemplo de intento de racionalización en la enseñanza de la lectura y escritura en las escuelas de fines del XIX, frente al mecanicismo de la enseñanza tradicional, si bien seguía inspirándose en los procedimientos clásicos, lo podemos encontrar en el Catón metódico de los niños de Gonzalo Seijas. Asimismo, entre finales del XIX y principios del XX, El pensamiento infantil. Instruir deleitando, de S. Calleja, pretendió ofrecer un método de lectura adaptado y adecuado a la inteligencia de los niños y niñas, utilizando recursos lúdicos e instructivos. Ya en la segunda y tercera décadas del siglo pasado, podemos encontrar catones o silabarios más modernos, por ejemplo el Silabario Camí de J. Casasnovas, de la Librería Camí, de 1933, que incorporaba principios innovadores como la intuición, actividad y enseñanza comprensiva. Si bien la innovación pedagógica más importante de principios del siglo en la enseñanza de la lectoescritura serían los llamados métodos globales inspirados en Ovide Decroly (1871-1932), editándose textos escolares como por ejemplo los libros Ya leo, de la casa Hernando (Escolano, 1997).

Durante la posguerra y en años posteriores, los métodos de lectura y escritura se editaron también en cuadernos bajo la denominación de cartillas, entre cuyos ejemplos podemos encontrar los que W. Esquerra publicó en Rivadeneyra titulados Nuevas Letras. Los materiales editados desde mediados del siglo pasado para la iniciación a la lectura y escritura se multiplicarían sin producirse grandes avances metodológicos, si bien hubo mejoras concretas en las décadas de los 60 y 80 del siglo pasado. Se produjeron una gran variedad de materiales, que si bien mejoraban en su aspecto formal, no diferían de su enfoque metodológico tradicional. A finales del siglo XX seguirá vigente la clasificación clásica entre enfoques nuevos, analíticos y globales, y enfoques tradicionales, antiguos y sintéticos (Lebrero, 1998).

El catón, los silabarios, cartillas y materiales de iniciación a la lectura y escritura forman parte de nuestro patrimonio histórico-educativo y son un reflejo de la evolución en la enseñanza de la lectura y escritura por un lado y de la imagen estereotipada que de las niñas se tenía y quería transmitir, atendiendo a la iconografía y los textos sobre ellas utilizados en dichos materiales según las épocas. Son, además, materiales fácilmente localizables en nuestras casas, guardados por familiares por su valor nostálgico y evocador de nuestro pasado escolar, piezas de coleccionismo, y en ocasiones reeditados en la actualidad con fines nostálgicos, muestra de la educación de nuestras abuelas y abuelos, padres y madres e incluso nuestra. Han aparecido, además, en canciones popularizadas por nuestro cine como por ejemplo la película Canción de juventud (1962) en la que Rocío Dúrcal cantaba:

La niña buena
Aprende el catón
Y escribe los palotes
Sin ningún borrón
La niña buena
Aprende a sumar
Y sigue los consejos
De papá y mamá

Yo soy una niña buena
Una niña buena de verdad
Y me gusta leer
Y me gusta bordar
Y me gusta cantar

Y me gusta también bailar

Referencias bibliográficas

Escolano, Agustín (1997): Tradición e innovaciones en los libros de iniciación a la lectura de la España de entresiglos. En Escolano, Agustín (Dir.): Historia ilustrada del libro escolar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 229-234.
Escolano, Agustín (2001): El pensil de las niñas. La educación de la mujer. Invención de una tradición. Madrid: Editorial EDAF.