MI PRIMER SALTADOR

Fátima Raposo de la Vara

Maestra de Educación Primaria

fatimaraposodelavara@gmail.com

Saltador.
Museo Andaluz de la Educación

El saltador es uno de los juegos populares más conocidos dentro del mundo infantil. Consta de una cuerda para saltar, especialmente para jugar a la comba.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define “el salto de comba” como “Juego infantil o ejercicio físico que consiste en saltar por encima de una cuerda que se hace pasar por debajo de los pies y sobre la cabeza del que salta”.

Encontrarme “el saltador” entre las piezas de esta exposición ha hecho que afloren en mí, en esta tarde fría y lluviosa de diciembre, miles de recuerdos que conforman los mejores años de mi infancia y que creía ya olvidados.

Mi primer saltador me lo regaló un 5 de enero mi querida abuela Rafaela, mi hada buena que intentó siempre complacer mis deseos y los de mis hermanos.
La comba era de fino algodón (como mi Platerito moguereño) donde el rojo y el blanco se entrelazaban para formar una sola cuerda. Su mango era de plástico duro de color blanco, de fácil rotura que, a veces, se clavaba en mi diminuta mano de niña.

Cualquier sitio era bueno para saltar y saltar sin fin. ¡Qué de tardes me pasé con mi saltador desafiando el tiempo y el aburrimiento! Las cancioncillas que entonábamos mis amigas y yo mientras saltábamos se perdían sin remedio en el cielo azul de la tarde.

“La niña que está saltando con cuántos años se va a casar,
Con uno, con dos, con tres, con cuatro…”
“Los hijos de Jacob, que doce son: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan. Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín”.

“Soy la reina de los mares
y ustedes lo van a ver
Tiro mi pañuelo al suelo
y lo vuelvo a recoger…”

“Al pasar la barca
me dijo el barquero
las niñas bonitas
no pagan dinero…”

Qué proeza casarte con más de noventa años o conseguir nombrar a golpes de saltos a los doce hijos de Jacob. Qué deleite sentirte la reina de los mares y oír cómo tus amigas te cantan en coro lo bonita que eres al pasar la barca. Todo era posible en aquellos inocentes juegos de niños que nos hacían tan felices.

 

Ahora me parece increíble que una pieza tan sencilla, como es un simple saltador, haya sido algo con lo que disfruté tanto en esa época en la que los juguetes eran un lujo no al alcance de todos los niños.

Y me apena pensar que juegos tan entrañables como este estén siendo sustituidos por vídeos juegos, consolas, teléfonos móviles… condenando al olvido infinidad de canciones y múltiples tradiciones que llenaron de risas y alegrías las calles de nuestros pueblos.

Todavía hoy, cuando salgo al patio del colegio y veo a mis alumnos saltando a la comba, siento en mi alma una punzada de nostalgia. ¡Quién pudiera sentir en mis manos mi precioso saltador y saltar y saltar hasta el infinito!