MUÑECAS
UN JUEGO DE NIÑAS
Muñecas. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
“En manos de la mujer, están las vidas de los hombres. Que los juegos con las muñecas se truequen más tarde en realidades prácticas. De ella depende que esa infancia se desenvuelva fuerte y sana” (Bolinaga, 1939: 100).
El juego acompaña al ser humano desde que dio sus primeros pasos en este mundo, ocupando un lugar privilegiado en la vida y en el desarrollo de niñas y niños. Está vinculado a su desarrollo integral, les ayuda a formarse como personas, a crecer, a socializarse, a comunicarse y a poner en práctica aquellas habilidades que les serán imprescindibles para su futura participación como personas adultas en la sociedad.
Desde sus versiones más primitivas, el juego surge contaminado por una profunda división de los roles de género. De este modo, sirve también para inculcarnos un lugar determinado en la sociedad, unas funciones, atribuciones y responsabilidades muy concretas. En el caso de las niñas, desde el origen de la muñeca como juguete y mediante los juegos que ponían en práctica con ella, históricamente se han visto dirigidas hacia las tareas de cuidados y a las propias del hogar. Desarrollando, desde muy pequeñas, por medio del divertimento, sentimientos y cualidades maternales únicas y exclusivas para ellas. Así, la interacción con este juguete se convertía en una parte muy importante de su desarrollo afectivo y de las expectativas que tenían sobre cómo sería su vida adulta.
Después de la Guerra Civil, el franquismo, conocedor del potencial educativo que emana de los juegos y los juguetes, va a utilizarlos como medio para separar más aún a las niñas de los niños. En su esquema de valores sociales y morales se articula un modelo en el que niñas y niños, mujeres y hombres, son diferentes, por lo tanto, también lo son y deben ser sus juegos y, por ende, el uso, fin y aplicación de los juguetes.
El juego se formaliza y normaliza convirtiéndose en un aprendizaje lúdico, de este modo los juegos de las niñas se caracterizan por sus movimientos tranquilos, sosegados, coordinados y, en ocasiones pautados, propios del carácter, que tanto la escuela como la familia y la sociedad, buscaban desarrollar en ellas. Se potencian juegos en los que las canciones y las secuencias rítmicas tienen un papel principal, juegos de roles en los que interiorizan su futura misión como madre, esposa y ama de casa y, en ese sentido, las muñecas representan el medio pedagógico por excelencia para el adoctrinamiento en el rol femenino basado en los estereotipos propios de la época.
Un proceso instructor, llevado a cabo en contextos formales y no formales, que daría como resultado la reproducción de un modelo de mujer basado en conductas determinadas, dirigidas por un conjunto de pautas sociales, deseadas y establecidas de manera específica para este género.
Mediante los juegos que las niñas llevaban a cabo con las muñecas –coserle vestiditos, peinarla, bañarla, la hora de comer, dulces sueños, etc.–, todo ello, engalanado con un lenguaje, unos cuidados y atenciones propias de como lo haría una buena mamá, las niñas, a la par que se divertían, desarrollaban su feminidad, vinculándola con sentimientos como el amor incondicional, la abnegación o la preocupación por los demás y, transformándolas, a través de la imitación, en madres pequeñas que se ocupan, desde muy temprano, de los cuidados del hogar, de sus padres, hijos y esposo. Así, la interacción casi constante de la niña con su muñeca se convertía en una parte muy importante de su desarrollo afectivo y emocional, además de preparar a la niña para su futura posición como mujer.
Posición que la escuela del nacionalcatolicismo se encargó de construir y reforzar, al redefinir sus objetivos didácticos, haciéndolos coincidir con las intencionalidades establecidas previamente por el régimen. Para ello, se atribuyó un papel pedagógico de primer orden al juego con muñecas, “invitando a las maestras a emplearlas en las escuelas” (Payá, 2013: 41), como evidencia tanto el párrafo inicial como el que se recoge a continuación, ambos extraídos de libros escolares de la época:
Haces muy bien en jugar a las mamás… Así aprenderás a vestir al muñequito y te acostumbrarás a tener afición a la cocina. Yo te dejaré mi cocinita siempre que quieras, para que prepares la comida a tu niño y para que te diviertas con ella cuanto desees… Tiene mucha razón tu hermanita, es muy bueno que te aficiones a los trapos y a las comidas… Cuando yo era niña tenía afición a jugar con mi cocinita y con mi muñeca… y así he sabido cuidaros y he sabido hacer vuestra comida (Torres, 1945: 47).
Además, juguetes como las cocinitas, los juegos de café o los electrodomésticos en miniatura permitían a las niñas recrear, mediante la espontaneidad, el juego simbólico y el diálogo, situaciones propias del hogar. Estos juegos de rol se comparten con otras niñas, que también tienen muñecas, intercambiando diálogos y situaciones dramatizadas que fantasean con cómo será su futuro próximo. La escuela no suele tener estos juguetes, pero sí permite que puedan llevarlos para jugar en el recreo y, además, propicia el aprendizaje de la costura tomando como modelos las muñecas (Sonlleva, 2016).
De este modo, las muñecas se convirtieron en uno de los elementos más cotidianos del día a día de las niñas durante su infancia en este período influyendo de manera significativa en la construcción dirigida de su feminidad.
Referencias bibliográficas
Bolinaga, Josefina (1939): Nueva raza. Lecturas para niñas. Burgos: Hijos de Santiago Rodríguez.
Payà Rico, Andrés (2013): Aprender deleitando. El juego infantil en la pedagogía española del siglo XX. Bordón, 65 (1), 37-46.
Sonlleva Velasco, Miriam (2016): ¿Con qué jugamos si no hay juguetes? La infancia y el juego en la posguerra española (1939–1951) desde el relato de vida. Revista Lúdicamente, 5 (9), 16 pp.
Torres, Federico (1945): Mis amiguitas. El libro de las niñas. Madrid: Librería y Casa Editorial Hernando, S. A.