COSTURERO DE PIE

         SÍMBOLO DE LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES

               Y MAESTRAS DURANTE EL FRANQUISMO

Inmaculada González Falcón

Museo Pedagógico. Universidad de Huelva

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Costurero de pie.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

Dos patas arqueadas de madera que parecen cobrar vida, seis cajones que encierran los tesoros más insospechados, tres niveles paralelos que se abren horizontalmente para transportarnos a otros momentos y escenas de la vida que fueron y serán gracias a los hilos visibles e invisibles del tiempo.

El costurero es, sin duda, uno de los utensilios de la vida cotidiana con mayor valor simbólico. Nos hace transitar entre distintos tiempos y espacios y nos conecta con diferentes contextos desde el corazón e interior de las casas y escuelas. En el imaginario colectivo nos habla del hogar, de la familia, de la mujer. Nos sitúa en lo más íntimo de esos escenarios y nos conecta con el mundo femenino.

Durante mucho tiempo ha sido un objeto asociado exclusivamente a la mujer y a una determinada manera de entenderla, concebirla y proyectarla. Cajones de costura que custodiaban y limitaban la vida cotidiana de muchas jóvenes, mujeres y maestras de buena parte del siglo XX. Mujeres que se reunían a coser en torno al costurero, mujeres que remendaban las urgencias del día a día, de sus maridos, de sus hijos e hijas, de sus familias, de sus escuelas. Mujeres educadas durante el franquismo español para coser, callar y esperar:

“Coser esperando que apareciera un novio llovido del cielo. Coser luego, si había aparecido, para entretener la espera de la boda, mientras él se labraba un porvenir. Coser, por último, cuando ya había pasado de novio a marido, esperando con la más dulce sonrisa de disculpa para su tardanza. Tres etapas unidas por el mismo hilo de recogimiento, paciencia y sumisión” (Martín-Gaite, 1987: 72).

Las mujeres se relacionaban con la costura, y el costurero, desde la infancia tanto en sus propios hogares como en las escuelas. En sus casas el costurero ocupaba un tiempo y espacio importante y desde niñas observaban a sus madres, hermanas, tías o abuelas tejer y coser. Las escuelas separaban por sexo y las niñas en la etapa de educación primaria pronto aprendían a remendar, hacer punto de cruz y bordar. Se las preparaba desde pequeñas al rol más importante que debían desempeñar en el futuro: el de esposa y madre sumisas. Como nos recuerda Mayordomo (1999), la educación primaria femenina preparaba, fundamentalmente, para la vida en el hogar, artesanía e industria doméstica y tenía un fuerte contenido religioso y patriótico

Fue la Sección Femenina (rama femenina de Falange y después del Movimiento Nacional, dirigida por Pilar Primo de Rivera) la encargada de enseñar las materias de Escuela del Hogar (costura, labores, cocina, economía doméstica, enfermería, jardinería…). Su lema era “Mujeres para Dios, para la patria y para el hogar”, contribuyendo significativamente al adoctrinamiento ideológico y religioso de las mujeres en el régimen franquista (Rabazas Romero y Ramos Zamora, 2006). No en vano, todas las mujeres de entre 17 y 35 años que aspiraban a tener títulos profesionales, trabajar en la administración o sacarse el carné de conducir debían realizar cursos específicos sobre esas materias. Las futuras maestras también estaban obligadas a ello y no podían obtener el título sin superar el Servicio Social que la Sección Femenina organizaba como parte práctica de la Escuela del Hogar.

El costurero se convirtió así en uno de los utensilios más destacados en la vida de las mujeres y de las maestras. Bovinas de hilos de distintos colores, agujas de diversos tamaños, tijeras de ojal, alfileres, ganchos de botón, enhebrador de agujas, hilo de hilvanar, cintas métricas, papel de patronaje, tiza o jaboncillo de sastre, huevos de zurcir… utensilios de costura y bordado bien ordenados, pero también retales de la vida cotidiana: trozos de tela de distintos tamaños, colores y texturas; un lápiz y un trozo de goma de borrar, varias migas de pan, botones sueltos, canicas, trocitos de papeles, alguna que otra perra chica … Piezas sueltas que ayudan a componer el puzle de la vida, objetos pequeños que se desprenden de sus pares, pequeños tesoros que los niños y mayores guardan como objetos mágicos.

Cajas de orden y caos, elementos de vida que nos hablan de opresión, rigidez, machismo, pero también de creatividad, posibilidad, futuro y esperanza. Cajones de costura que permiten ver las relaciones, la proximidad y las voces silenciadas de las mujeres y de la infancia. Piezas sueltas donde los micro-mundos de los niños y niñas también aparecen, recursos con los que reconocemos e imaginamos sus juegos, elementos de la vida cotidiana que nos ayudan a abrir caminos, tejer el futuro y avanzar hacia la igualdad y la prosperidad en la sociedad y en la escuela.

[1] Nombre con el que se conocía popularmente a la moneda de 5 céntimos de peseta acuñada durante la dictadura de Francisco Franco.

Referencias bibliográficas

Martín Gaite, Carmen (1987): Usos amorosos de la postguerra española. Madrid: Anagrama.
Mayordomo, Alejandro (1990): Nacional-catolicismo y educación en la España de la posguerra. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia.
Rabazas Romero, Teresa y Ramos Zamora, Sara (2006): La construcción del género en el franquismo y los discursos educativos de la Sección Femenina. Encounters on Education, 7, 43-70.