MÁQUINA DE COSER

           LA MAQUINA DE COSER EN LA EDUCACIÓN

                        DE LAS MUJERES EN ESPAÑA

Manuela Pabón-Figueras

Universidad de Sevilla

mpabon1@us.es

Máquina de coser.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva.

A principios del S.XIX la ropa se cosía a mano, normalmente las mujeres eran las encargadas de realizar este tipo de trabajos manuales. La confección de la propia vestimenta en España para la mayoría era algo cotidiano, un trabajo más que, normalmente, asumían las mujeres. Tanto el ajuar de la casa como los vestidos requerían de tiempo y recursos que gestionaban las mujeres desde la infancia.

En el siglo XIX las mujeres asumían unos trabajos y una educación diferenciada en función de su clase social en España. Es de destacar que a pesar de los intentos desde el inicio del siglo XIX por regular un sistema educativo en España la primera Ley de Instrucción Pública no se aprueba hasta 1857. Hasta ese momento la educación que recibían las mujeres de clases populares, medias y altas estaba diferenciada en función del papel social que debían cumplir, pero independientemente de la clase social coser, bordar, hilar, hacer calceta y realizar la confección del ajuar para el matrimonio era una tarea impuesta por mandato de género.

Hasta mediados del siglo XIX no se produjo la patente de la primera máquina de coser doméstica. Fue Elías Howe quien realizó el primer prototipo. Antes, en diferentes latitudes, se patentaron algunas máquinas de coser de carácter industrial, pero Howe lo cambió todo al generar una máquina de coser que pretendía ser utilizada en casa. En 1851 Isaac Merritt Singer introdujo la primera máquina de coser de uso doméstico basada en el prototipo de Howe. En los años sucesivos este modelo fue perfeccionado a partir de que Howe demandara a Singer y decidieran realizar una agrupación con otras marcas y, al combinar las diferentes patentes, obligaban a quien realizase algún modelo a pagarles derechos. Esta agrupación finalizó cuando Singer fundó su propia compañía y comenzó a dominar con sus productos el mercado de máquinas de coser domésticas.

Con esta pequeña revolución y la adquisición de modelos de máquinas de coser asequibles, las mujeres pudieron perfeccionar y sobre todo acelerar la producción de prendas, lo que supuso para muchas de ellas ventajas económicas y una fuente de ingresos familiar.

La confección pasó a ser un contenido básico en los procesos de instrucción escolar de las mujeres desde finales del siglo XIX.

En los últimos años del siglo XIX y en el inicio del XX en España comienzan a proliferar diferentes propuestas de educación privadas y también públicas que conducían a la instrucción de mujeres en el desarrollo de oficios del sector industrial. El “corte y confección” y todas las habilidades que conllevan la gestión del hogar se consideraban conocimientos propios de las mujeres que debían ser adquiridos en la institución escolar. En definitiva, era el currículum básico que dotaba a las mujeres, sobre todo de clases populares y medias, del conocimiento que debían adquirir para ser buenas madres y esposas. En las escuelas de convento las clases medias aprendían trabajos más “delicados” de bordados que primero se aprendían a mano y poco a poco se fueron introduciendo las máquinas de coser para realizar estos trabajos.

En relación con la proliferación y extensión del uso doméstico de las máquinas de coser, durante el primer tercio del siglo XX en España, se extiende la comercialización de las máquinas Alfa. Estas máquinas, fabricadas en Eibar, compiten ampliamente con las máquinas de Singer. La antigua máquina Alfa de pedal es uno de los objetos codiciados por la mujer española de la época. Durante el Régimen franquista la Sección Femenina capitaneada por Pilar Primo de Rivera estableció las enseñanzas de asignaturas de Labores y Economía doméstica en las escuelas primarias. También potenció a través de la formación del “Servicio Social” el uso de la costura como herramienta para potenciar un modelo de mujer acorde con el régimen dedicada al hogar y la familia.

Las máquinas Alfa revolucionarán más tarde el mercado con la introducción de las máquinas eléctricas a partir de los años 60 y 70. La comercialización facilitaría el acceso de las mujeres a estos productos a través de la compra financiada en plazos. Son famosos los carteles publicitarios de la época.

No se puede dudar que la incorporación de las máquinas de coser a la vida de las mujeres supuso una transformación en sus vidas, pero también llevó asociado una imposición de género. Si hacemos una revisión de los proyectos actuales de cooperación al desarrollo en distintos países de África y América Latina aún hoy sigue siendo un instrumento tremendamente emancipador poner en manos de las mujeres las máquinas de coser.

En nuestros días muchas mujeres han tratado de alejarse de los estereotipos asociados a la costura a lo largo de su infancia y juventud, pero curiosamente asistimos a un momento en el que generaciones de mujeres españolas de 40 y 50 años, que no han recibido una formación segregada, han vuelto a poner de moda el uso de la máquina de coser desde una nueva óptica de “saber útil y emancipador” además de favorecer la cultura de la sostenibilidad. Muchas hemos restaurado las máquinas Alfa de nuestras abuelas y, a pesar de habernos resistido durante años a las tareas de confección, ahora las añoramos como momentos de disfrute, encuentro y colaboración con otras mujeres.