PALMATORIA
LUZ DE PALMATORIA
Palmatoria.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva
La palmatoria es un objeto en forma de platillo, provisto de asa en el borde, ideado para sostener una vela en un soporte cilíndrico hueco, a modo de pequeño candelero portátil. Han existido y existen en la actualidad una amplia gama de modelos, fabricados en distintos materiales (bronce, peltre, porcelana, cerámica, cristal), aun cuando las antiguas suelen ser de latón. Como elemento de sobremesa en los escritorios, su utilidad está encaminada a iluminar la lectura o escritura, incluso fundir bajo su llama el lacre de sellar las cartas.
Su utilización escolar está relacionada con la sujeción de velas, primero de sebo o aceite, luego de cera, para iluminar y facilitar la realización de las tareas escolares, en aquellas estancias cuya luminosidad era insuficiente.
Hay que recordar, que la luz eléctrica no llegará a la mayoría de escuelas hasta entrado el siglo XX , siempre con mayor retraso en las pequeñas escuelitas de territorios rurales. Así pues, en las escuelas del siglo XIX la palmatoria iluminaba las estancias escolares, junto a los candiles de hojalata, facilitando la realización de las tareas de maestros/as y alumnado, sobre todo en las jornadas vespertinas.
Desde el Plan y Reglamento de las Escuelas de Primeras Letras de 1825, que en su título IV establece dos secciones de tres horas para la jornada escolar (mañana y tarde), con la salvedad de lo preceptuado en el art. 14 de la Ley de Instrucción Pública de 1857, que declara no lectiva la jornada de tarde de los jueves, durante todo el siglo XIX y buena parte del XX. Las horas de clase vespertinas han necesitado del complemento de luz artificial para el desarrollo de sus tareas, máxime en aquellas escuelas unitarias de paupérrimas condiciones materiales y de iluminación, sujetas a los escasos fondos de los Ayuntamientos, y que en ningún caso cumplían las Instrucciones Técnico-higiénicas de la R.O. de 28 de abril de 1905.
El profesor Normalista, Díaz Muñoz (1905), fundador y director de la Revista Faro Escolar, en su compendio sobre higiene escolar , recomienda la existencia de botiquín en las escuelas, citando la palmatoria como uno de los elementos imprescindibles que debe contener.
Su desaparición será precedida por la llegada de la luz eléctrica a las escuelas. No obstante, y quizás por influencia de la dimensión artística del utensilio, de la que da cuenta, entre otros, el cubista Picasso en varios de sus bodegones, así como en el propio soporte de la vela, casi oculta, de la mano del abanderado del Guernica, en la actualidad escolar sigue presente el uso de las palmatorias, a modo de trabajos manuales, realizadas en papel maché, para la celebración del día de La Candelaria.
Atendiendo a lo recogido por los distintos diccionarios, por otro lado, hay que significar la existencia de una acepción vinculada al ámbito escolar, ya desaparecida afortunadamente hace un tiempo, y que hace referencia al uso de la disciplina escolar. En este caso, la palmatoria es una tablita agujereada con mango para castigar dando en las palmas de las manos. La litografía de Charles Vernier, fechada en 1920, es una de las más características:
La literatura española del Siglo de Oro ofrece buena muestra de esta acepción. En el segundo capítulo de La Vida del Buscón de Francisco de Quevedo consta el interés del pícaro Don Pablos en asistir con prontitud a la escuela: “Sentábame el maestro junto a sí, ganaba la palmatoria los más días por venir antes, y íbame el postrero por hacer algunos recados de ‘señora’, que así llamábamos la mujer del maestro” (Quevedo, 1985: 90-91). Asímismo, Lope de Vega (2009: 114), en Fuenteovejuna, recoge cómo el licenciado Leonelo le dice a Barrildo: “A fe que no ganéis la palmatoria”. Y es que la literatura indica que “ganar la palmatoria” no era otra cosa que llegar el primero a la escuela para tener el privilegio de aplicar el castigo al resto de aquellos compañeros sancionados por su tardanza.
[1] En la ciudad de Valencia, siendo la tercera, después de Barcelona y Madrid, en la llegada de la luz eléctrica, no tendremos un comercio público con esta disposición hasta 1882 (Jordá, 1986).
[2] Diaz Muñoz (1905: 303), cita los utensilios que debe contener el botiquín: “Un cántaro de agua potable, un vaso de lata, una bujía de estearina, una cajita de fósforos, una esponja, una jofaina de lata, una cuchara de metal, una de madera, una palmatoria, una tijera…”.
Referencias bibliográficas
Díaz Muñoz, Pedro (1905): Compendio de Antropología, Higiene Escolar y Pedagogía. Valladolid: Impr. Andrés Martín.
Jordá, Rosa María (1986): La industria en el desarrollo del área metropolitana de Valencia. Valencia: UPV.
Lope de Vega, Félix (2009): Fuenteovejuna. Edición de Prolope. Barcelona: Dpto. de Filología Española de la Universitat Autónoma de Barcelona.
Quevedo, Francisco de (1985): El Buscón. Madrid: Cátedra (7ª ed.).