CARTEL PARA EL APRENDIZAJE

           DEL ABECEDARIO

                        LA LETRA CON MAGIA ENTRA

Elena Guichot Muñoz

Universidad de Sevilla

eguichot1@us.es

Cartel para el aprendizaje del abecedario.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

“Leed de niñas lo mejor que se ha escrito en el mundo”. María Lejárraga (1930: 106) animaba a las niñas de España a que guardaran un rincón para el culto a la belleza de las letras, para animar el espíritu y deleitarse con la literatura que nos aleja de la ceguera y villanía que representan algunos adultos encorsetados en la ignorancia. Sin embargo, las letras en su origen colonizaron el lenguaje silvestre, domesticando esa corriente de sonidos que atravesaba el mundo. La escritura nació con recelos sobre la posible vulneración de la palabra oral, sagrada, ligera, cantada…, esa oralidad amasada por las madres, abuelas, que desde el vientre que gesta va calando y conformando la humanidad. “El alfabeto empezó a echar raíces en un mundo de guerreros” (Vallejo, 2019: 130), una aristocracia militar que poco recordaba la cadencia de una nana, o el balbuceo de un trabalenguas.

Pero el lenguaje díscolo consiguió conquistar el lenguaje oficial, porque “las palabras no nacen pegadas a las cosas, son solidarias con ellas” (Montes, 2022: 54), y es imposible despojarlas del hechizo que convocan, aunque corra tinta en vez de alaridos por su sangre.

No hay más que observar cómo alienta al misterio un jeroglífico, cuál es la mirada de la infancia hacia un dibujo que entraña un mensaje, una pista, un descubrimiento oculto en el signo. “¿Cómo no va a ser mágico el alfabeto, que descifra el mundo y revela los pensamientos?” (Vallejo, 2019: 133). Ahora bien, a nosotras, las mujeres, no se nos concedió desde el inicio la entrada en este mundo maravilloso. Tuvimos que derribar muchos muros para acceder por derecho propio a la cultura letrada, más allá de ser maestras de la prole, esposas cultas, o institutrices. Mujeres avezadas, no tuvieron otra que acercarse al locutorio del claustro para poder codearse con los hombres en la experticia del abecedario. Y en un hito contradictorio que solo una sociedad enferma permite, autoras como Sor Juana Inés de la Cruz, pudieron escribir sobre el amor, solamente alejándose del mismo. Nacida en México en 1648, hija de madre analfabeta, aprendió a leer a sus tres años, y tuvo la determinación de dedicarse a la escritura en una vida conventual que le aseguró una cierta libertad de pensamiento y expresión, fuera de la cárcel del matrimonio.

Desde ese espacio propio pudo acusar a los hombres de su actitud hipócrita y egoísta hacia las mujeres: “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis:/ si con ansia sin igual/ solicitáis su desdén/ ¿por qué queréis que obren bien/ si las incitáis al mal?” (2012: 264), poema satírico-filosófico que bien podría tener sentido en este siglo.

Yo aprendí a leer con Gloria Fuertes, con Elena Fortún, con Louise May Alcott, con Angela Sommer Bodenburg, que me acercaban a poemas que daban la vuelta a las cosas, a Celia y su rebeldía, a Jo y su ambición por escribir, al pequeño vampiro de 150 años… y supe que ellas también escribían, y que el alfabeto me abría las puertas a un mundo de posibilidades que hacía saltar por los aires el espacio que me había tocado por nacimiento. Y así nace la magia, aquella que portan los niños y niñas no mancillados con la urgencia del tiempo, aquella que nadie debería arrebatar, ni la insistencia por una grafía perfecta, ni la instrucción constrictora, ni la letra con sangre entra, porque como afirma la maravillosa Úrsula Le Guin:

Solo en el silencio la palabra,
solo en la oscuridad la luz,
solo en la muerte la vida;
el vuelo del halcón
brilla en el cielo vacío.

Referencias bibliográficas

De la Cruz, Juana Inés (2012): Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz. I, Lírica personal. Fondo de Cultura Económica.

Le Guin, Úrsula (2006): Historias de Terramar: obra completa. Minotauro.

Lejárraga, María de la O y Martínez Sierra, Gregorio (1930): Cartas a las mujeres de España. Sevilla: Renacimiento.

Montes, Graciela (2022): El corral de la infancia. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

Vallejo, Irene (2019): El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo. Madrid: Siruela.