PROYECTOR DE CINE

         EN LAS ENTRAÑAS DE UN VIEJO PROYECTOR

Concha Pérez Curiel

Universidad de Sevilla

cperez1@us.es

Proyector de cine.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

Qué nervios me entraban cuando cada verano, sin temer al calor de Sevilla, aquel artilugio raro y moderno a la vez, se convertía en el protagonista de la casa. Sí, era el último capricho del tío Modesto, hermano de mi madre y embajador de “los madriles”, en donde trabajaba hacía años.

La historia de aquel viejo proyector guarda el valioso recuerdo de una familia grande, de ocho hermanos, en la que el caos y el desorden convivían con éxito. Era el escenario ideal para las jugarretas de aquella novedad que nos grababa en cualquier momento y lugar. Dormidos en cualquier sofá, rebuscando en la despensa de la cocina o jugando en aquel antiguo patio andaluz, repleto de preciosas plantas, que todavía se conserva intacto.

El proyector no entendía de vida privada… cuando menos lo esperabas, ahí estaba…. grabando sin fin…. Mis primeros pinitos como periodista y entrevistadora fueron recogidos por la máquina, a la que cariñosamente mi familia llamaba por el diminutivo “Maqui”.

Mi padre tenía que poner orden en aquella “película de los ocho”. Cuando llegaba la fresquita, el patio se convertía en paisaje lunar, oeste americano, circo del Sol, cháchara de los abuelos y por supuesto, en continuadas fiestas de cumpleaños, tan propias de las familias numerosas.

Lo de grabar era divertido… pero ni punto de comparación tenía con el placer de vernos reflejados en la enorme pared blanca del patio, que hacía de gran pantalla de cine.
Cada verano la historia se repetía y con el otoño el proyector dormitaba en un baúl viejo cerrado bajo llave que lo protegía de las travesuras infantiles.

Un año, no recuerdo cuál, el proyector desapareció de nuestras vidas; no sé si lo echamos de menos, si nos preguntamos qué pudo pasar, dónde se guardó o quién se lo llevó… Con el paso del tiempo, comprendimos que nos habíamos hechos mayores, ya no nos ilusionaba pasar esos ratos en familia, alrededor de la película que el proyector guardaba en exclusiva. Llegaron los amigos, los novios, los estudios de secundaria y universidad…. Y en nada… una revolución tecnológica sin precedentes, que sepultó a los antiguos teléfonos, a las “polaroid”, las transparencias o las cámaras de vídeos tradicionales… Con ellos, el proyector de cine se convirtió en un objeto para el recuerdo que hoy quiero reivindicar…

Como profesora de la Universidad, en contacto directo con muchos estudiantes, observo con pena cómo la palabra, cómo las relaciones humanas, como el sentido de comunidad, viven momentos de declive… Alrededor de un móvil que lo hace casi todo… graba, hace fotos, manda audios, crea grupos de gente diversa, envía mensajes sin ton ni son… se concentra la vida de los jóvenes y menos jóvenes… Lejos del calor de aquellas reuniones de hermanos, de amigos, de familias que reían o lloraban juntas…. con las historias del viejo proyector… vivimos una invasión de lo digital en una sociedad incomunicada….

Grupos de jóvenes reunidos para mirar, sonreírse o quejarse ante una pantalla que engancha, jóvenes que no cruzan palabra, jóvenes que no soportan ser feo, gordos o bajitos… que hacen de su cuerpo un culto a la belleza y a la ignorancia… como parte de una secta que se entrega a la influencia y la tiranía de las redes sociales…. Estas palabras no significan un rechazo a lo nuevo, no se pone en cuestión el necesario valor de la tecnología… sólo se advierte un clima contaminado por quienes han encontrado en lo digital un oficio que favorece la mentira, el odio, el sarcasmo o la propaganda… El calor de aquel viejo proyector que filmaba a la gente sin filtro… tal y como eran, de risa sana y con respeto y educación…. ha tornado en lo “viral” que como una apisonadora te convierte en estrella o en estrellado en cuestión de segundos.

Vídeos de influencers con millones de visitas, instagramers y youtubers como presidentes del mundo, la vida privada en manos de todos… y por medio, el gran negocio de las redes sociales, donde el insulto no tiene precio. El poder de la imagen invade una sociedad en la que impera el falso… nada es verdad… todo pasa por la brocha del fotoshop… Caras y cuerpos perfectos que triunfan frente a lo “natural como la vida misma”. Y cuando aquel viejo proyector grababa no importaban los pelos alborotados, ni la boca con churretes del Colacao, ni aquella camisa mal puesta o los botones mal abrochados… No había puesta en escena… Y también las risas eran naturales, los chascarrillos, las canciones, los juegos, los días de colegio, la visita de los abuelos, la lectura de un cuento, los teatrillos en la calle, el cine de verano, las excursiones al campo, los dibujitos animados … y las historias de novios y novias que eran el secreto peor guardado entre los amigos…

Si reveláramos la cinta de aquel viejo proyector, guardado en el antiguo baúl… no nos reconoceríamos… cuánto hemos cambiado… aún sin querer… obligados por el sistema… en la sociedad sin normas menos libre de todos los tiempos… Los niños son “adultos” desde que nacen, los padres y las madres son ficticios… con 24 horas fuera de un hogar en manos de “canguros” y de abuelos que no saben ser padres… porque son abuelos… Y en manos de una educación en la que los maestros y las maestras se han quedado “solos ante el peligro”.

Es momento de levantar la voz en nombre de lo simple, de la espontaneidad, de la belleza natural, del equívoco, de la sorpresa, de lo natural y de lo imperfecto… Dentro o fuera de las redes sociales, las PERSONAS importan… y más sin son auténticas, sin filtro… todo cabe en ese cajón de Internet, que tiene que ser un punto de encuentro y a la vez de debate… de integración y de cohesión… que nos permita estar unidos ante conflictos, guerras y ataques a la intimidad y la verdad.

En 2022 se ha hecho famosa BeReal, una nueva aplicación de redes sociales. Una vez al día, BeReal notifica a todos los usuarios que está abierta una ventana de dos minutos para publicar una foto y les pide que compartan una imagen de lo que sea que estén haciendo en ese momento. La ventana varía de un día a otro. Si un usuario publica su imagen diaria después de la ventana de dos minutos, se notifica el hecho a otros usuarios. Los usuarios no pueden publicar más de una foto por día. BeReal ha sido descrito como diseñado para competir con Instagram mientras que al mismo tiempo resta importancia a la adicción y el uso excesivo a redes sociales La aplicación no permite ningún filtro fotográfico y no tiene publicidad ni cuenta de seguidores. Es hasta ahora lo más cercano a romper con el postureo de la perfección… y recuerda a aquel viejo proyector que, en modo BeReal, guarda en sus entrañas la historia más real de las historias…

La transparencia frente a la corrupción de la red, la honestidad frente a la mentira, el buen periodismo frente al sensacionalismo, la educación en valores frente al ego de los dominantes, la naturalidad frente a lo impostado, la originalidad frente al plagio, la libertad frente a la sumisión, la paz frente a la guerra… y la persona frente a la máquina… Dualidades de siempre que definen a sociedades en riesgo y a sociedades con retos. Vaya esta apuesta por las segundas… que tienen el RETO de recuperar de antaño el valor humano de gente corriente como aquella familia de ocho hermanos que grabó “Maqui”, nuestro viejo proyector.