MUÑECAS DE CARTÓN PIEDRA
ENTRE EL JUEGO Y EL SESGO DE GÉNERO
Muñecas de cartón piedra.
Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
Un coro de muñecas,
cartón amable para unos labios míos,
cartón de luna o tierra acariciada,
muñecas como liras
a un viento acero que no, apenas si las toca.
(Vicente Aleixandre, Muñecas)
La muñeca es uno de los juguetes más antiguos del mundo y la literatura atestigua su existencia en la mayor parte de civilizaciones. Constituye el juguete arquetípico por excelencia, un objeto atemporal que canaliza, en su modo más inmediato, el maravilloso y tantas veces demandado a lo largo de la historia derecho al juego de la infancia.
Sin duda, la muñeca es uno de esos juguetes estrella generación tras generación, indestructible e inquebrantable al devenir del tiempo. Históricamente, las muñecas, en todos sus formatos, han sido, por una parte, juguetes que permiten el desarrollo cognitivo y creativo de la infancia, desde el momento en que niños y niñas convierten esos juguetes en los protagonistas de sus historias, y, por otra parte, se erigen como objetos en los que se imprime un sello y sesgo de género muy preciso y fácilmente identificable. Las antiguas muñecas y bebés de cartón piedra con las que jugaron generaciones pasadas, hoy en día preciados objetos de colección, son claras huellas de una época y un contexto determinados, portadoras de símbolos y signos socioculturales inequívocos. De hecho, las sucesivas transformaciones que podemos visualizar en el universo de la historia de la muñeca reflejan cómo se fue configurando su imagen en el mundo de las representaciones ideológicas, culturales, sociales y tecnológicas.
Las históricas muñecas de cartón para las niñas se perfilan como un medio pedagógico de primer orden para el adoctrinamiento en el rol femenino basado en los estereotipos propios de la época (Payá, 2013: 41). Durante siglos, se ha fomentado, estimulado y orientado a las niñas hacia las actividades relacionadas con el ámbito doméstico y familiar, así como a las relacionadas con el cuidado de los otros, y también se les han inculcado determinados arquetipos de belleza y aspecto físico. Las niñas debían procurar jugar con muñecas para prepararse para su futuro rol de madre, protectora y amorosa. En un texto de los años 20 titulado Del reino de las muñecas podemos leer: «es la muñeca el juguete inmemorial de la niña; anticipo del hijo, en la que pone todas sus complacencias y viste, desnuda, acuesta, arrulla, mima, besa, reprende y castiga con frases, ademanes y actitudes de espontánea sentimentalidad».
Los valores de la sociedad patriarcal, que enmarcaron el trabajo doméstico y familiar exclusivamente en la esfera de la mujer e imprimieron unos ideales de feminidad concretos que se trasladaron a las muñecas de la época, se hicieron especialmente patentes durante el franquismo. Reforzando el discurso de la educación para la maternidad, Mercedes Suárez-Valdés, divulgadora de la Sección Femenina, escribió en 1951 en La madre ideal: «Desde niñas nos gustan y somos un poco mamás, primero de nuestras muñecas, ¡cómo las hemos cuidado!, ¡con qué cariño!; todas las hemos lavado y peinado, hecho los vestiditos y hablado como auténticas madres, imitando exactamente el lenguaje y los cuidados de las nuestras…». En esta misma línea se expresaba el inspector central de enseñanza primaria, Adolfo Maíllo, citado también por González (2009), al considerar que toda escuela debía poseer una muñeca con la que entrenar a las alumnas en prácticas de puericultura elemental. Decía así: «Mediante juegos en torno a la muñeca se darán nociones de higiene de la alimentación, del sueño, de la piel, de los estados de enfermedad, etcétera, etcétera, con lo que las pequeñas aprenderán con gusto y casi sin darse cuenta ideas que de otro modo les resultarían áridas» (Maíllo, 1943).
En el fin de siglo, tanto la literatura como las imágenes atestiguan el uso de la muñeca como distintivo social, a partir de la comparación entre las muñecas de porcelana y las de cartón piedra o peponas, por regla general toscamente trabajadas, con brazos y piernas unidas al cuerpo por gomas, y que fueron los juguetes más populares no solamente entre las niñas de principios del siglo XX, sino hasta bien entrada su segunda mitad. En España eran famosas las peponas de manufactura barcelonesa, así como las procedentes de Onil. Las muñecas de cartón piedra eran las muñecas de las clases populares, ya que las otras, las de porcelana, sólo estaban reservadas para la alta burguesía. No obstante, hubo una muñeca española nacida en 1940 que fue la excepción a dicha regla: Mariquita Pérez, la muñeca de cartón-piedra hecha para las niñas de la Calle Serrano de Madrid, es decir, para las hijas de familias de alto poder adquisitivo (Moratalla, sin fechar). Ascensión Gómez (Salamanca, 1953) nos relata cómo llegaron a sus manos y a las de su hermana un bebé poupée de cartón piedra, que todavía hoy conserva, y una Mariquita Pérez, gracias a un regalo de una tía suya que vivía en Madrid y que tenía un alto poder adquisitivo; comenta: «cuando regresamos a Salamanca, después de acompañar a nuestra madre a Madrid para una consulta médica, enseñamos con mucho orgullo las bonitas muñecas a nuestras amigas, nos sentíamos privilegiadas».
La lucha de los fabricantes siempre fue la de imprimir vida a las muñecas. A lo largo de los siglos, el componente animista ha sido indisociable de los distintos universos simbólicos de la muñeca (Capellà, 2016: 396). Sin embargo, las niñas que juegan con muñecas, ayer y hoy, son capaces de darles vida en su universo propio, al margen de la sencillez o sofisticación del juguete. La muñeca y la niña se vuelven inseparables, más aún en épocas en las que sobraban dedos de una mano para contar los juguetes de esa pequeña. La obra de Emilia Pardo Bazán, con el título La Pepona, nos sirve para ilustrar de forma magistral esta cuestión; cuando Rosario y Pablo Hoces regresaban de su expedición al Pardo «acariciaron a su nena, y en voz baja se comunicaron el motivo por el cual la criatura había estado de mal humor el día entero ¡Son más pillos estos ángeles! Con el encapriche de llevar consigo a su muñeca, cosa que no le consintieron, se puso de hocicos y les dio jaqueca durante toda la expedición» (Pardo, 1919).
En definitiva, no nos cabe la menor duda, las muñecas de ayer y de hoy en día, en el universo infantil, acompañan sus experiencias y se vuelven cómplices y amigas, forman parte de su cotidianidad e inspiran o representan unos valores que vendrán marcados o infundidos por lo que el mundo adulto piense y proyecte sobre ellas.
Referencias bibliográficas
Anónimo (1921): Del reino de las muñecas. Revistas para todos, año XX (237), 802-903.
Capellà Simó, Pere (2016): La industria de la muñeca en España a través de sus invenciones, 1883-1914. El Futuro del Pasado, 7, 353-405.
González Pérez, Teresa (2009): Los programas escolares y la transmisión de roles en el franquismo: la educación para la maternidad. Bordón, 61 (3), 93-105.
Maíllo, Adolfo (1943): Educación y Revolución. Madrid: Editora Nacional.
Moratalla Isasí, Silvia (sin fechar): ¿Muñeca o muñeco? Historia y género. Albacete: Centro de Profesores y de Recursos de Albacete.
Morera Villuendas, Amaya (2015): Jugando a la moderna. Cuadernos de Historia Moderna, XIV, 135-149
Payà Rico, Andrés (2013): Aprender deleitando. El juego infantil en la pedagogía española del siglo XX. Bordón, 65 (1), 37-46.