MANUALES CRISTIANOS PARA

    LA FORMACIÓN DE NIÑAS

                    LA MUJER, BALUARTE DEL HOGAR

María Luisa Rico Gómez

Universidad de Alicante

marialuisa.rico@ua.es

La Nueva Juanita, 1919. Manual cristiano para la formación de niñas
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

Los manuales para la formación de las niñas, a lo largo del siglo XIX e inicios del siglo XX, principalmente, educaban en el papel que debían ejercer como madres, esposas e hijas, en cuanto a deberes a cumplir en el seno de la familia y la sociedad para tener una correcta conducta moral, dentro del ideal del “ángel del hogar”. Se las instruía como buenas hijas para que llegasen a ser la perfecta mujer de su casa, creando un hogar lleno de amor y paz. Esta misión atribuida se justificaba con la idea cristiana de la separación de sexos entre la esfera pública y la esfera privada: Dios había encomendado al hombre el trabajo fuera del hogar para mantener las necesidades económicas de la familia y a la mujer, la buena administración de esos recursos conseguidos por el hombre, porque, como responsable de los asuntos domésticos, en sus manos estaba que se llegase a la fortuna y al bienestar familiar. Por eso, era muy importante en las lecciones de las niñas la formación en la Economía Doméstica, entre cuyas funciones estaba atender las necesidades del hombre de la casa y de la familia, comportándose con una buena conducta moral encaminada a buscar el reino de Dios (García, 1899: 80-81; Hernando, 2006: 10-12).

Un ejemplo de este modelo de formación para niñas es la obra de La nueva Juanita o el manuscrito de una huérfana. Lectura para niñas (1899), de Eugenio García y Barbarín, en la que, a modo de diario de la huérfana Juanita, se relata la educación que recibían las niñas en el hospicio:

Queridas mías: el hogar doméstico es una fuente de alegrías y de encantos; es la reunión de individuos que constituyen la familia (…). Hay una ciencia necesaria a toda clase de personas, pero singularmente a la mujer, a quien por derecho corresponde ser la providencia de la familia. Esta ciencia es la ciencia del hogar, la Economía doméstica. (…) La Economía doméstica es el arte de emplear, para utilidad y bienestar de la familia, los recursos que la Providencia pone en nuestras manos. Este arte tiene como auxiliares:
Para reunir, el trabajo y la economía.
Para conservar, el orden y la limpieza.
Para utilizar, los conocimientos adquiridos y las lecciones de la experiencia.
Para reparar, la industria y la actividad.
Para procurar el bienestar, todo lo que antecede y las enseñanzas del buen gusto.
Si todas esas virtudes humanas reinaran en la familia, ¿no creéis que traerían la paz, la abundancia y la felicidad? Si en ellas se encontrase la verdadera piedad cristiana, la confianza filial en Dios (…), ¿no sería entonces la vida de familia reflejo del cielo? Y si yo os dijera que todo eso depende de la mujer, que todo dependerá de vosotras, ¿no estaréis orgullosas de vuestro sexo y no os aplicaréis desde luego a poner en práctica lo que voy a deciros? La felicidad en la familia depende casi exclusivamente de la mujer. Los demás miembros de ella llevan los elementos del bienestar: toca a la mujer hacerlos productivos. (…) La mujer debe vigilar su casa (…). La mujer debe inspeccionar las cosas y personas (…). Como madre, en fin, debe procurar la alegría y bienestar a todos, y tener cuidado esmerado por la salud de todos (…).
¿Verdad, queridas niñas, que vuestra misión es verdaderamente sublime? Los que hablan de emancipación de la mujer, de los derechos políticos a la mujer, o no comprenden el alcance de lo que dicen, o no han sentido las dulzuras de un hogar sabiamente dirigido por una mujer. Cerrad los oídos a esas lisonjeras palabras (…); y Dios le pedirá estrecha cuenta de la falta de orden, de la miseria y de la ruina de la familia. (García, 1899: 76-79).

La exigencia y la responsabilidad de cumplir con sus deberes estaba justificada por el el amor a Dios y a los demás para servirles, con el fin de no ofender a nadie. De ahí la importancia de orar para mantener la dignidad y la compostura en todas sus actuaciones, siguiendo el ejemplo de vida cristiana, como madre de familia, mostrando cortesía y amabilidad como una virtud de urbanidad (Hernando, 2006: 8-9).

El tiempo nos lo ha concedido Dios para servirle y para trabajar en nuestro perfeccionamiento y en bien de la sociedad. (…) No deberá descuidar por ningún concepto la oración de la mañana (…). Después de día empleado, la mujer debe recogerse en su gabinete y dar gracias a Dios (…). ¿La mujer puede hacer algo para el bienestar de la familia? ¡Oh mucho! (…) una madre de familia puede labrar su felicidad y la de su familia. Esa debe ser su constante aspiración. (…) Dios la ha puesto en la familia para que sea su ángel tutelar, para calmar todos los dolores y consolar las tristezas. (…) El Cristianismo elevó a la mujer a la dignidad que hoy ocupa: sacrificó sus lágrimas, la elevó a compañera del hombre. Es preciso que la mujer se inspire en María Santísima, en ese modelo de todas las madres. En ella encontrará el secreto de hacer su propia felicidad y la de su familia, copiando sus virtudes. (García, 1899: 183-184, 187-189, 193-194 y199-200).

Referencias bibliográficas

García, Eugenio (1899): La nueva Juanita o el manuscrito de una huérfana. Lectura para niñas. Madrid: Librería de sucesores de Hernando.

Hernando, Ana (2006): La niña bien educada (Una aproximación a la educación de las niñas en los manuales escolares. 1900-1975). Albacete: Centro de Profesores de Albacete. Consejería de Educación y Ciencia de Castilla-La Mancha.