ÁLBUM DE CALIGRAFÍA Y

     ORNAMENTACIÓN

José Antonio González de la Torre

Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela de Polanco (Polanco, Cantabria)

documentacion@muesca.es

Álbum de caligrafía y ornamentación.
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva

Aunque en España el aprendizaje de la escritura pasó por fases muy diversas hasta la promulgación de las regulaciones legislativas del siglo XIX, un elemento sí que fue común a todas las épocas: conseguir que los discípulos ejecutaran de una manera, más o menos perfecta, formas gráficas de letras mediante la repetición de unos modelos presentados por un maestro, bien meramente por imitación o bien conociendo las reglas de cada modo de escribir. Ya Quintiliano en su Institutio oratoria señala que se debe comenzar por el conocimiento simultáneo del nombre de las letras y de sus formas, posteriormente conocer su orden, practicar después con estas en orden diferente al del alfabeto y terminar por las sílabas, las palabras y las partes del discurso.

A partir de mediados del siglo XVI aparecen numerosos tratados de caligrafía que introdujeron tendencias diversas en este arte. El primero de los grandes tratados fue el Arte subtilissima, por la qual se enseña a escreuir perfectamente, de Juan de Icíar, publicado en 1550. Aparte de por los manuales, se puede reconstruir cómo fue la evolución del aprendizaje de la escritura por las muestras manuscritas que se conservan de algunos maestros calígrafos, por las caligrafías impresas (como la de 1583 de Baltasar Ordóñez de Villaquirán), por los carteles que utilizaba el maestro para hacer publicidad de sí mismo o por los cartelones con muestras que se colgaban en el interior de las escuelas.

Entre los calígrafos españoles más destacados a lo largo de la historia deberíamos citar, además de a Juan de Icíar, a Torcuato Torío de la Riva, a José Francisco de Iturzaeta o a Vicente Fernández y Valliciergo. En época más cercana, el más destacado sería Rufino Blanco (1861-1936), con su Arte de la escritura y de la caligrafía: teoría y práctica, aparecido en 1896.

En cuanto a los lugares donde se impartía el aprendizaje de la escritura hasta el siglo XIX, este podía realizarse en el propio domicilio de quien disponía de medios para contratar quien se lo enseñase, en las iglesias o en las escuelas privadas. Aunque esas en su mayoría rudimentarias, y relativamente escasas, escuelas autorizaban la asistencia tanto de niños como de niñas, la Hermandad de San Casiano, asociación de maestros “examinados”, se opuso a finales del XVII a impartir educación mixta, con lo que en muchos pueblos se mantuvieron solo las escuelas para niños por el coste que suponía tener abiertas dos escuelas diferentes. La realidad, por tanto, era que, en una sociedad ya mayoritariamente iletrada durante el Antiguo Régimen, la mayor parte de las mujeres no solo no sabían escribir, sino que incluso no sabían firmar. Algo significativo resulta el hecho de que no es posible prácticamente encontrar en los archivos a hombres analfabetos casados con mujeres que no lo fueran, aunque sí al revés.

Cuando en las primeras décadas del siglo XIX se hace efectiva la generalización de la escolarización en España, comienza la época de máxima difusión de los métodos para la enseñanza de la escritura y la posibilidad de que las mujeres, aunque en grado mucho menor que los hombres, desarrollen esa práctica, muy limitada para ellas históricamente, como hemos dicho. En el Plan y reglamento de las escuelas de primeras letras de 16 de febrero de 1825 (firmado por el ministro de Gracia y Justicia D. Francisco Tadeo de Calomarde), se propone como la letra nacional que se debía enseñar el carácter llamado “bastardo”. Por la Real orden de 7 de enero de 1835, se instaura como obligatorio el uso del Arte de escribir la letra bastarda española de D. José Francisco de Iturzaeta. En el Reglamento correspondiente al Plan de instrucción primaria que firma la regente María Cristina el 21 de julio de 1838, se indica como objetivo el que los discípulos adquieran “una forma de letra igual, limpia, legible y agradable a la vista, sin especiales adornos”. En 1857 se promulga la Ley de Instrucción Pública, la que ha pasado a la historia como Ley Moyano. En ella se señala la “escritura” como materia que deberá impartirse obligatoriamente en la primera enseñanza elemental en las llamadas “Escuelas completas” y se dice también que para obtener el título de Maestro de primera enseñanza elemental se deberá estudiar necesariamente caligrafía. Durante el siglo XX, ya con la existencia en España de un ministerio específico de educación, son dos las leyes fundamentales que se publican hasta 1990 para la regulación de la enseñanza primaria: las aparecidas en 1945 y en 1970. En la Ley de 17 de julio de 1945 sobre Educación Primaria, vigente la mayor parte del periodo franquista, en el Capítulo IV del Título II se cita la escritura como uno de los conocimientos instrumentales. En la Ley General de Educación de 4 de agosto de 1970 (la conocida como Ley Villar Palasí), ya no se hace referencia explícita a la escritura, porque la Educación General Básica (EGB) se entendía, más que como la manera de asimilar herramientas de aplicación utilitaria inmediata, objetivo de anteriores épocas, como el medio para “facilitar al alumno las ulteriores opciones de estudio y trabajo”. Con esta ley de 1970, se abría una nueva concepción de la educación en España y, en lo referente al aprendizaje de la escritura, se cerraba otra. Las pautas, las plumas o el borrón de tinta ya pasaron a ser historia. A la hora de abordar un recorrido a través de la evolución de la enseñanza de la escritura, una distinción fundamental que debe tenerse en cuenta es entre la caligrafía y la escritura propiamente dicha. Hasta el siglo XVIII era la belleza de la letra lo importante, mientras que en los siguientes dos siglos fue adquiriendo progresivo valor la velocidad de la escritura.

La letra caligráfica por excelencia -llamada magistral o de adorno- se escribía despacio y con esmero, y solía ser de tamaño grande. La letra de escritura corriente -llamada cursiva-, generalmente de tamaño pequeño, surgió como una modificación de algunos de los tipos de letras magistrales, para lograr una mayor rapidez en su ejecución. Los tipos de letra más generalizados en España a comienzos del siglo XX eran la española, la redondilla o francesa, la inglesa, la italiana, la gótica, la alemana y la itálica. Y cada tipo de letra precisaba el uso de una forma específica de pluma: la letra española se escribía con plumas de pala de distinto grueso, con el corte perpendicular a la hendidura; la letra redondilla, la gótica y la alemana, también con plumas de pala de distintos gruesos, pero de corte oblicuo a la hendidura; la letra inglesa y la italiana se escribían con pluma fina, única para todos los tamaños de letra; y la letra itálica se podía escribir indistintamente con la de letra inglesa o con la de letra redondilla.

Referencias bibliográficas

Blanco y Sánchez, Rufino (1896): Arte de la escritura y de la caligrafía: teoría y práctica. En línea: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/arte-de-la-escritura-y-de-la-caligrafia-teoria-y-practica–0/html/ff0f1954-82b1-11df-acc7-002185ce6064_23.html#I_1_
Capel Martínez, Rosa María (coord.) (1982): Mujer y sociedad en España (1700-1975). Madrid: Ministerio de Cultura. Dirección General de Juventud y Promoción Socio-Cultural.
Capel Martínez, Rosa María (1982): El trabajo y la educación de la mujer en España (1900-1930). Madrid: Ministerio de Cultura. Dirección General de Juventud y Promoción Socio-Cultural.
Cotarelo y Mori, Emilio (1913-1916): Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles. 3 tomos. Biblioteca Digital de Castilla y León. En línea: https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=17103
Escolano Benito, Agustín (dir.) (1992): Leer y escribir en España: doscientos años de alfabetización. Madrid. Salamanca: Fundación Germán Sánchez Ruipérez / Ediciones Pirámide.
González Pérez, Teresa (2008): Las mujeres españolas en el sistema educativo: la construcción de programas y modelos formativos. CLEPSYDRA. Revista Internacional de Estudios de Género y Teoría Feminista (7), 77-92.
Rico y Sinobas, Manuel (1903): Diccionario de calígrafos españoles. Real Academia Española. Biblioteca Digital de Castilla y León. En línea: https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=1968