MUESTRA DE BORDADOS

                                    LOS DECHADOS

Lola Pons Rodríguez

Universidad de Sevilla

lolapons@us.es

Muestra de bordados. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla

Los dechados eran paños que incorporaban muestras distintas de costuras o bordados basadas en la reproducción de los números, las letras del alfabeto y de motivos ornamentales además de frases o textos cortos, generalmente en alusión a la propia autora del lienzo bordado. Esta pieza concreta nos cuenta que fue elaborada en Sevilla a principios del siglo pasado por María Luisa Lorenzo y en ella observamos tres tipos de caligrafía tejida, dos en mayúscula y una en minúscula de trazado cursivo. Alternan los hilos de distinto color para representar las letras, presentadas en orden alfabético, y los motivos ornamentales que listan en distintas líneas representaciones infantiles (pajaritas de papel, casas de tejados a dos aguas…) y cenefas geométricas (volutas, rombos, cadenetas…).

A estos pañitos que mostraban la laboriosidad de quien cosía y su mayor o menor aptitud primorosa en el punto se los llamaba dechados, una voz procedente del latín DĬCTATUM; esto es, si el dictado es en un aula la operación de poner por escrito lo que el docente lee, el dechado era un bordado que tácitamente escribía mediante los puntos la enseñanza dictada de madres a hijas, de abuelas a nietas en las casas. De hecho, cuando la Real Academia Española define en su primer diccionario (Diccionario de autoridades, vol. 1732) esta voz, ya avisa que los dechados tanto valen para el bordado como para la escritura; en efecto, dechado se define como ‘exemplar, regla a que se atiende para imitar qualquiera cosa que se quiere salga parecida ò semejante a lo que se tiene presente: como el bordador que se guía por las labores que ve formadas, el niño que observa la muestra para sacar buena la letra, etc.”.

El dechado, la muestra de bordados, era habitualmente el primer paso de iniciación a la costura de primores, que después se afianzaba en proyectos de mayor extensión (mantelerías, ornamentos) y que en ese proceso solía ganar carácter decorativo y perder presencia alfabética. En 1865, el libro de Valentín Zabala Discursos y disertaciones para reválidas: oposiciones y exámenes y distribución de premios proponía (pág. 197): “toda escuela de niñas debe comprender estas enseñanzas: media, costura, dechado, festón y bordado abierto, corte y bordado en tul”. Los beneficios que justificaron y promovieron esta costumbre femenina del dechado a lo largo de los siglos fueron variados: los dechados proporcionaban patrones de bordados y plantillas escolares con distintos tipos de caligrafía para las generaciones venideras y ayudaban con su replicación a adquirir la destreza en la costura y a iniciarse en las primeras letras; además de esta rentabilidad primaria, su factura también instruía a las mujeres en la paciencia, el recato, la concentración, la creatividad y el primor, un auténtico dechado (en tanto que muestra idealizada) de las virtudes de entonces (González Mena, 2003). De hecho, además del propio nombre de la niña y el lugar o la fecha en que cosía, muchos dechados añadían frases moralizantes y apelaciones a la virtud (Parker y Pollock, 2022: 90) que afianzaban el objetivo de enseñanza de cualidades domésticas.

¿Cómo sería el mundo y cómo lo verían nuestras abuelas cuando eran niñas y tejían sus dechados en soledad o en compañía de sus madres y abuelas a las que ya no conocimos? Esta pequeña banda de tela atesora un inmenso poder evocador: en cada punto del bordado, en cada trenzado, están sus manos y su mirada, en las puntadas descuidadas están sus anhelos, en el campo abierto del lienzo los límites de su universo infantil.

Referencias bibliográficas

González Mena, María Ángeles (2003): Colección pedagógico textil de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, Volumen 1.

Parker, Rozsika y Pollock, Griselda (2022): Maestras antiguas. Mujeres, arte e ideología. Madrid: AKAL.