TINTEROS

       DE LA ESCRITURA DE LAS NIÑAS EN LA ESCUELA

Ana Sebastián Vicente

CEME. Universidad de Murcia

anasebas@um.es

Tinteros. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva.

Los tinteros son recipientes de boca ancha con forma principalmente cilíndrica o cubica y elaborados con diferentes materiales (vidrio, metal, porcelana, bronce,…), que se usan para guardar la tinta; algunos tienen tapa para poder conservar mejor su contenido, es decir, que la tinta no pierda la textura o el color. Estos se usan desde tiempos remotos de la historia.

En la escuela, el tintero se ha usado como útil de escritura, para poder cargar de tinta las plumillas. Estos enseres de escritura se utilizaban junto con otros como los pizarrines y los lápices. Más adelante, dejaron de utilizarse y se fueron cambiando por estilográficas y bolígrafos que han ido haciéndose más accesibles y prácticos. En la actualidad se han incorporado los teclados y pantallas. Así en los catálogos de enseñanza podemos encontrar tinteros y plumillas en la sección de escritura o de enseres para la escuela; encontramos también pupitres con el hueco para colocar el tintero. En los museos (presenciales o virtuales) dedicados a la escuela, a la educación o al patrimonio educativo podemos encontrar también algunos ejemplos de distintas épocas de estos objetos.

Más allá de esto, cuando hablamos de tinteros, plumillas, de pizarrines o de lápices en la escuela, estamos hablando del aprendizaje y práctica de la escritura. No es objeto de esta reseña hacer un tratado de la lecto escritura en la escuela desde una perspectiva de género. Diferentes autores de reconocido prestigio han dedicado numerosos trabajos a ello. Por tanto, hemos elegido otra perspectiva, la de hacer dialogar a los objetos con otras fuentes, en este caso con testimonios orales personales, de manera que ilustren el uso de este objeto.

Crecí y me hice adulta oyendo las historias sobre la escuela que contaba mi madre, precisamente una de ellas tiene que ver con el objeto que nos ocupa. Cuando mis hermanos y yo nos sentábamos a hacer los deberes y nos quejábamos por algún error que habíamos cometido y que debíamos subsanar, mi madre siempre nos decía: – ¡Y eso que no lo tenéis con qué hacer con plumilla y tintero! – a continuación nos relataba algunas de sus vivencias en la escuela. Nos hablaba de las dificultades que suponía la escritura con la plumilla, de lo fácil que era hacer un borrón cuando se salía la tinta o se derramaba la del tintero, que para esas ocasiones utilizaban papel secante, que esto a veces empeoraba la situación ya que el borrón seguía siendo visible e incluso en ocasiones el papel se rompía; nos hablaba de sus dedos llenos de tinta al salir de la escuela, de los turnos que hacían en su clase para limpiar y rellenar los tinteros y de alguna broma que gastaban echando sidral en los mismos, haciendo reacción con la tinta que salía burbujeante manchando el pupitre.

Con el tiempo, además de escuchar estas historias que me daban una imagen de cómo había sido la escuela en otros tiempos, empecé a preguntarme acerca de la práctica de la escritura en otras épocas. ¿Se daba más importancia a lo estético, al hacer buena letra que a lo creativo? ¿Se valoraba más la copia, los dictados y la caligrafía que a creación propia? ¿Qué finalidad tenía este aprendizaje? ¿Esto era igual para los niños y las niñas? ¿Qué diferencias hay en los distintos momentos históricos?

Años más tarde descubrí que Amparo siempre quiso ser periodista, escribir sus propias historias y contar lo que pasaba en el mundo, pero fue imposible, las chicas no iban fuera a estudiar y no realizaban ese tipo de estudios. Le tocó, como a otras muchas mujeres de su época, escribir sus historias en privado y guardarlas en una caja para ella misma.

Recuerdo que mi madre decía que algunas niñas usaban estilográfica, que era más práctica, “solo aquellas que llevaban cucharilla de plata para el almuerzo”. Y esto nos hace pensar en una diferencia de acceso a los materiales y a los útiles para la lecto escritura, y en general, de acceso a la educación, así como a qué tipo de escuela accedían. Otras mujeres de esa generación, nos hablan de una escuela en la que había pocos recursos. A otras, como a Francisca, Lola o Fina, sin embargo, ni siquiera le tocó eso, no tuvieron acceso a la escritura, tampoco a la lectura, nos cuentan como tuvieron que empezar a trabajar a los 9 años para mantener a la familia.

De ahí que en nuestro país haya habido unos niveles altísimos de analfabetismo, principalmente entre mujeres (entre el triple y el doble que entre los varones), de personas que no sabían leer y escribir; que no habían utilizado ni el tintero ni ningún otro útil de escritura, porque no habían tenido acceso a ella. Con el paso del tiempo tuve la oportunidad de trabajar con un grupo de mujeres iletradas, mujeres relegadas de casi todo por no estar alfabetizadas. En este momento, ya sin tintero ni plumilla, sino con lápices y bolígrafos, ellas veían la escritura como una manera de conocer el mundo, de conocerse a ellas mismas, de expresarse, de comunicarse, es decir, como una herramienta para pensar la realidad, como un acto de emancipación.

Utilizando la expresión popular “quedarse en el tintero” para referirse a cosas que no se han hecho o que no se han dicho, podemos reflexionar acerca de qué cosas se quedaron en el tintero de muchas niñas y mujeres con respecto a su educación. ¿Cuántas cosas fueron escritas o dichas? ¿Y cuántas no fueron escritas o dichas? A algunas, como hemos visto, se les quedó en el tintero el hecho de poder acceder a la escuela. A otras se les quedó en el tintero, como hemos visto también, el poder acceder a una educación que les llevara a ser ellas mismas y no lo que se esperaba de ellas.