DEDAL
EL ESCUDO (QUE NO FUE) DE LA BELLA DURMIENTE
Dedal. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
Quizás a las personas más jóvenes que acudís a esta exposición os costará rescatar un recuerdo vinculado a este objeto. Otras, recordaréis claramente haberlo visto en el costurero de vuestras abuelas junto al acerico, la bola de cera o el jaboncillo. También pudiera ser que tú seas gamers y que, al asomarte a esta muestra, puedas reconocer en esta foto el objeto precursor con el que proteges tus dedos durante las interminables partidas de tu juego favorito. El dedal, en la actualidad, nos ofrece una imagen muy futurista, como fundas dactilares de hilo de plata que mantienen los dedos fríos para que la mejor partida no se resbale. Ahí es nada.
Sin embargo, el dedal tiene un origen y una historia milenaria. Su concepción aparece ligada a la aguja, y es por ello que su denominación primigenia como acutrudium se traduce como “empujador de aguja” (Beaudry, 2006). Su designación proviene del sustantivo aguja (del latín acus-aceris) y del verbo trudere que significa empujar.
Distintas fuentes (Beaudry, 2006; Sadurní, 2021) datan el origen del dedal a periodos en los que la vida humana era aún primitiva. Se han encontrado dedales en regiones de Rusia y China, y también en el continente africano. En la zona de Egipto, se encuentran junto a enterramientos unos objetos de cuero que parecen servir para la protección del dedo. Y en Oriente se hayan los denominados yubinukis, anillos que se colocan en la yema del dedo y son decorados con hilos de colores que hacen llamativos dibujos. En cuanto a su forma, los hay muy diversos y fabricados en distintos materiales: hueso, piedra, madera, bronce, hierro, cerámica, porcelana, plástico o goma. Se han encontrado dedales con forma de cofre para llevarlos colgados, ejemplares que contenían un instrumento de medida como el metro, o los que guardaban el hilo y la aguja a modo de secreto. Estos ejemplares nos recuerdan que un roto podía asaltar en cualquier parte, y que en otro tiempo la importancia del decoro en las mujeres era tal, que exigía el remiendo rápido y discreto de la prenda en cuestión.
Este objeto atesora miles de historias que tienen un denominador común: su valor para aquellas personas para las que zurcir es arte u oficio. El oficio como en otros gremios fue un trabajo controlado por los hombres. Las mujeres que accedían a ellos lo hacían para aprender, animadas por sus maridos o padres, pero sus tareas siempre se relacionaban con la preparación de la prenda: echar desanchas, hilvanar, hacer ojales. También realizaban otras tareas como bordar o hacer puntillas que daban valor al producto. Actividades que se realizaban dentro del hogar, invisibles, y alejadas del gremio al que debían pertenecer. Por consiguiente, alejadas también, de la dotación pecuniaria que les correspondía y de las ventajas de las que gozaban los varones artesanos. Para las mujeres la utilización del dedal era parte de su currículo como actividad femenina. Para el recuerdo la asignatura Pretecnología, en la escuela de los 70 y 80, que consistía en hacer y bordar manteles, salvamanteles o servilletas. El dedal no era un objeto cómodo y azulaba el dedo por el contacto prolongado con el metal. Sin embargo, se agradecía el utilizarlo, si el pedazo que había que remendar era largo.
El dedal está indisolublemente asociado a la figura de la persona que cose. La costurera remendaba la ropa del hogar (enagüillas, enaguas, prendas con las que cubrirse). Las modistas crean diseños, copian, dibujan patrones. En la actualidad, esta actividad es cada vez menor, pero hasta hace poco era usual que las mujeres acudieran a hacerse la ropa con cada cambio de estación. Clientas y modistas ojeaban las revistas de moda (Cadena, burda, Hola, Patrones), se tomaban medidas, y comenzaba la obra. Las sastras confeccionaban prendas solo para los hombres.
En el pasado había más ocasiones para el estreno y el boato, tampoco existía la industria textil y de diseño como la conocemos hoy. En la actualidad es más rápido y menos costoso comprar ropa nueva en grandes almacenes que acudir a la modista. Ahora el diseño de un traje se ha convertido en un producto de lujo, por el valor artesanal que implica. Muchos diseñadores están volviendo a su entorno para realizar el oficio. Philips (2021) escribe “De vecinas del pueblo, a costureras de pasarela”, interesantísimo por cómo radiografía la figura de la costurera y el diseñador: «Si hay que coser botones, mi madre se viene a coser botones».
Zurcir era parte del cuidado de las familias: el sostén de un dobladillo, la vuelta de los puños y cuellos de las camisas.
«Nuestro oficio sigue siendo duro y la costura sigue contando con poco reconocimiento, pero aquí vivimos a cinco minutos del taller, hacemos juntas el camino de vuelta y trabajamos con nuestras amigas, hasta con la familia».
Este objeto atesora experiencias amables y cálidas, también agudas y punzantes. ¿Qué hubiera sido de La Bella Durmiente, si hubiera tenido un escudo (un dedal) con el que protegerse el dedo? Pobre Aurora que tuvo que entregarse al sueño durante 100 años por obra de Perrault. Y casarse tras un beso, por gracia de los Grimm. Decidme si no hay misoginia también ahí.
Referencias bibliográficas
Beaudry, Carolyn (2006): Findings: The Material Culture of Needlework and Sewing. New Haven: Yale University Press.
Castillo, Francisco (2015): Gabinete de curiosidades Nº7. Cecli: Centro de estudios de la cosas lindas e inútiles. https://ceclirevista.com/2015/06/11/gabinete-de-curiosidades-n7/
McConnel, Bridget (1990): A Collectors Guide to Thimbles. Caba: Editorial Wellfleet.
Philips, Nuala (2021): De vecinas del pueblo, a costureras de pasarela: estas son las manos expertas que confeccionan la moda española hoy. Vogue. https://www.vogue.es/moda/articulos/talleres-artesania-costureras-disenadores-espanoles-jovenes
Sadurní, J. M. (2021): El origen del dedal, el útil ingenio para proteger nuestros dedos. National Geographic. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/origen-dedal-util-ingenio-para-proteger-nuestros-dedos_17294