BASTIDOR
Bastidor. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
Bastidor. Armazón de palos o listones de madera, o de barras delgadas de metal, en el cual se fijan lienzos para pintar y bordar, que sirve también para armar vidrieras y para otros usos análogos. (RAE). Este significado es el primero del diccionario de la RAE, derivado de Bastir (Del prov. bastir, y este del germ. *bastjan ‘zurcir, coser’).
El bastidor para bordado manual es un útil, mitad juguete para las niñas de mi generación- años 50-60 del siglo XX-, mitad complemento escolar, que, al menos, requería conocer su existencia y funcionamiento con las primeras muestras de bordado en la escuela.
Este objeto, en muchos casos, heredado de hermanas, madres o abuelas, constituía un precioso valor que, en las manos de las niñas, podía llegar a ser el bastión de su vida futura, pues podía constituir los cimientos de una delicada profesión que, como pocas, las manos femeninas podían cumplir.
El aprendizaje conllevaba conocer su estructura y funcionamiento, su disposición sobre las faldas femeninas para mantenerse en pie, y la disposición de los brazos y manos para realizar el bordado. No sin antes saber cómo se manipula el propio bastidor para acoplar convenientemente la tela a bordar, colocarla en la base del aro y ajustar con el mecanismo establecido (tornillo y palometa) la tirantez de la misma, quizás también envolver ambos aros con una tira de tela blanca para que el ajuste entre ambos, una vez colocada la tela, fuera correcto, pues esta debía estar bien tensa para que el bordado pudiera ser ejecutado con perfección, permitiendo contar la urdimbre del tejido y el paso firme del juego de la aguja que, con el hilo apropiado, pasaba y pasaba, una y otra vez, de arriba a abajo, hasta consolidar el diseño dibujado o sobreimpresionado en ella.
…Imprescindible es el costurero donde se guardan todos los útiles del bordado: agujas de diferentes tamaños, acordes con el grosor del hilo y de la tela a bordar, madejillas de hilo de diversos colores, que habría que saber desmadejar convenientemente para que no se hagan nudos y no se desaproveche el hilo, dedal, tijerilla de bordado (con la punta curva para permitir que el hilo se corte al ras de la tela), carretes de hilo, punzones para perforar el tejido y realizar los ojetes, entre otros.
La maestra inspeccionaba la labor de las niñas con las recomendaciones necesarias y los mecanismos apropiados para la correcta ejecución, siendo esta actividad verdadero ejemplo de psicomotricidad fina que iba despertando las destrezas infantiles.
El resultado de la labor podía acercarse bastante a la perfección en las niñas de entre 12 y 14 años: pespuntes, cordoncillos, bodoques, arenillas, pastas y otros tipos mucho más complejos, constituyendo un valioso regalo para el día de la madre, momento en que las maestras coincidían en que era obligado ofrecer un presente, por humilde que fuera, a quien nos trajo al mundo.
Evocando estos momentos de costura escolar, las tardes especialmente luminosas eran la ocasión propicia para esta actividad manual, mientras se oían, quizás canciones infantiles, quizás relatos fantásticos o cuentos, que ocupaban la mente esponjosa de nosotras las niñas. Quizás también las campanas de la iglesia cercana que anunciaban algún acontecimiento religioso.
Esta actividad escolar llegaba a constituir en unas niñas más que en otras la base para una profesión remunerada que, en aquellos años, especialmente difíciles, era muy bien recibida en las familias, bien para la confección del propio ajuar, bien para colaborar en los frecuentes talleres que existían en cualquier lugar, por lo que el aprendizaje útil se imponía en tiempos en que las enseñanzas acababan pronto para mayoría de los escolares, y para las niñas, más pronto aún, con casi completa seguridad.
Canción de costurera.
Por María Elena Walsh.
Miren la carroza
de mil carreteles
cómo suena y rueda
por calles y puentes.
Flaca lagartija
con un solo ojo,
la aguja se escapa
vestida de rojo.
Se escapa y se mete
sin pedir permiso
en la casa rubia
del botón de vidrio.
Mírenme llevada
por mil maniquíes
a la calesita
de los colorinches.
Miren el palacio
del trapo celeste,
vengan a la boda
de los alfileres.
A la rueda rueda
del canto y la aguja,
aquí se terminan
canción y costura.