PLUMIER
MI PROPIA HISTORIA Y OTRAS NARRACIONES
Plumier. Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla
Hay polvo en el aire, también ruido de máquinas, paredes oscuras, alguna conversación, olor a madera y a barniz y por el suelo serrín y virutas. Se nota mucha actividad y una luz artificial de las lámparas del techo. Me dirán que es un taller de carpintería, donde artesanos cuidadosos están terminando de ensamblar las piezas que me dan forma. Creo que en mi memoria se mezclan recuerdos con detalles que no llego a identificar… quizás de más atrás. Había otra luz más amable, difusa, que venía de más arriba. Llegaba a través de una niebla que empapaba las hojas verdes, amarillas o rojizas, siempre temblando. Tranquilidad, silencio y un olor a humedad de bosque, el bosque de hayas, los árboles de los cuentos de hadas, de donde viene la madera de la que estoy hecho.
Bueno, queda dicho ya: soy un plumier, una elegante cajita de madera de haya con su tapa deslizante, sobre la que alguien ha pintado una escena de bonitos colores en la que unos niños juegan divertidos. Ahora estoy en un almacén con poca luz, al lado de otros estuches como yo y de cosas que, según me dicen son reglas, escuadras… Mi tranquilidad se interrumpe el día que, colocado en una caja de cartón, al lado de otros plumieres, algunos más grandes, de dos pisos, viajo a una tienda, papelería-librería, según creo, de una ciudad pequeña. Allí, desde el escaparate veo pasar a mucha gente, personas de todas las edades, pero sobre todo niños y niñas que se paran delante y miran ilusionados.
A los pocos días entró una señora que buscaba un regalo para su nieta. No recuerdo bien si ha sido un santo, un cumpleaños, o un regalo de Navidad, pero desde luego era una situación singular porque, aunque solo soy una humilde caja de madera, no se compra un plumier, así como así, todos los días y presumo que acompañaré durante mucho tiempo a mi dueña.
Ahora es un sin parar: abrir y cerrar la tapa, colocar dentro los lápices, encontrarme al lado de cuadernos y libros en el interior de una cartera, corriendo por la calle camino del colegio (claro que me gustaría ver lo que pasa, pero solo puedo oír el ruido de los coches y luego las voces de otras niñas…).
En la clase estoy mucho tiempo encima del pupitre y, por las miradas de sus compañeras, sé que mi dueña está muy orgullosa de mí. Por la tarde, en casa, reposo en la cartera o los días que hay deberes también estoy abierto en la mesa del comedor, momentos en los que los otros niños de la casa intentan jugar con mi tapa y llevarse los lápices. Este ritmo diario se interrumpe algunos días, los llaman vacaciones, en los que permanezco olvidado en alguna estantería o en el fondo de un armario… A pesar de las rayas y alguna mancha de tinta, creo que llevo una buena vida y solo a veces me acuerdo del bosque donde nací… … …
El diccionario de la Real Academia Española define plumier como “caja o estuche que sirve para guardar plumas, lápices…” y señala que la palabra procede del francés. Si consultamos también el término estuche, su primera acepción es “caja o envoltura para guardar ordenadamente un objeto o varios; como joyas, instrumentos de cirugía, etc.”. Estamos de acuerdo en que, en nuestro caso, un plumier sirve para guardar varios objetos (lápices, sacapuntas, goma de borrar, palilleros, plumillas…) y, aunque solo estén más o menos ordenados, desde luego para sus dueños son verdaderas joyas. De todas formas, lo que resulta muy atractivo es que, según la Academia, el estuche deriva de la palabra latina studium (“celo, aplicación, esfuerzo)”, o sea que su origen nos devuelve directamente a nuestro entorno escolar.
Para terminar, recordar que los plumieres de madera (y la propia palabra plumier), dejaron paso a finales de los años 50 del siglo XX, quizás por economía o moda, a los estuches de plástico. Tenían cierre de cremallera, eran más o menos grandes, también con uno o dos pisos y en la mayoría de los casos con espacios y encajes precisos para cada objeto, incluyendo una colección completa de lápices de colores. Lógicamente esta sustitución fue progresiva y según muchos testimonios se utilizaron durante bastantes años más, aunque quizás la memoria personal pueda jugar malas pasadas con las fechas y el uso real de los plumieres de madera. En estos momentos (finales de 2023) se pueden encontrar en el mercado con facilidad, sea completamente terminados o como piezas para desarrollar manualidades, si bien muchas veces están elaborados de diferente forma. En todo caso los plumieres son sin duda uno de esos objetos de uso cotidiano que tienen una gran capacidad de evocación.
Referencias bibliográficas
CEDEC, Centro Nacional de Desarrollo Curricular en Sistemas No Propietarios. Página web: Érase una vez… un estuche. En línea: https://descargas.intef.es/cedec/proyectoedia/reaprimaria/eraseunavez/contenidos/index.html
Queralt del Hierro, M. Pilar (2016): Tal como éramos: las niñas que fuimos… … y las mujeres que somos. Madrid: EDAF.