MANUALES DE HIGIENE Y

 ECONOMÍA DOMÉSTICA

Agustín Escolano Benito

CEINCE

ceince@ceince.eu 

Manuales de higiese y economía doméstica. Museo Pedagógico de la Universidad de Huelva.

Higiene y economía son dos disciplinas, en parte ya modernas, que se introducen en el programa de educación de la mujer en la sociedad tradicional, en el marco de la perspectiva de las enseñanzas orientadas a pautar la gobernanza del hogar, destino último que polarizaba la formación de la futura ama de casa. Mientras el varón podía elegir entre las opciones de estudio y trabajo que le ofrecía la rosa de los vientos, aún dentro de los condicionamientos sociales que le limitaban, la niña no podía escapar a la lógica doméstica de ser “perla” o “ángel” del hogar.

La primera disciplina, la higiene, prescrita ya en la ley Moyano de 1857, se configuró en cuanto a sus contenidos a partir de los trabajos de Pedro Felipe Monlau, profesor del Instituto San Isidro de Madrid, e intelectual orgánico del nuevo campo de conocimientos, quien introdujo en España el ideario y los textos de otros países europeos y perfiló las orientaciones teóricas y prácticas de la higiene privada y pública que se iban a trasladar a los primeros manuales sobre la materia, como el que aquí se presenta.

La higienización de la sociedad debía comenzar en la familia y en la escuela. Todo era higienizable. En cuanto “arte y ciencia de conservar la salud de los pueblos”, la higiene era una especie de disciplina holística y globalizadora, próxima según Pedro Felipe Monlau a la “ciencia del gobierno” y a las estrategias de policía y buenas costumbres sociales, siendo un saber capaz incluso de “asegurar la paz conyugal y de educar bien a toda la familia”.

En cuanto a los contenidos textuales, la higiene escolar atendía a tres campos: la higiene doméstica, que se formulaba a menudo en forma de preceptos y consejos de fácil aplicación práctica para la mujer: la higiene del cuerpo, que combinaba en un mix las máximas de la sabiduría popular y las normas emanadas de la medicina moderna; y la higiene económica, que concretaba las recomendaciones estratégicas más aconsejables para la buena marcha de toda la familia.

La segunda disciplina, la economía doméstica, conformada en las reformas curriculares de los comienzos del siglo XX, entraba a formar parte de lo que algunos denominaron “ciencia de la mujer” que postulaba la modernización del modelo pedagógico imperante hasta entonces en la educación de la denominada con afectada retórica “preciosa mitad del género humano”. Esta nueva materia alcanzará su mayor difusión en España en los textos de la Sección Femenina de posguerra, uno de los cuales se muestra en la ilustración que se comenta aquí. Asociada a veces con la higiene, la economía doméstica se orientaba a formar a las niñas en las buenas prácticas de administración y gestión de los bienes materiales de la familia.

Concebida en parte como ciencia y de otro lado como arte, la economía del hogar era un saber que ayudaba a disponer con método y prudencia los recursos disponibles en la casa, organizar racionalmente los tiempos y tareas del hogar y prever los medios para dar respuesta a las eventualidades que podrían presentarse en el vivir cotidiano. En algunos casos, también se denominó “aritmética del hogar”, incluyendo a estos efectos patrones para la cumplimentación de un cuaderno contable de “cuenta y razón” y pautas para una “geometría de modistilla” relacionada con la aplicación a la economía del hogar de las “labores propias del sexo”, otra rúbrica importante del currículum escolar de la mujer en la época. El vademécum de la materia podía ampliarse a la decoración y el amueblamiento de la casa, así como a la planificación de la vida social de toda la familia.

Ambas materias coronaban de programa formativo del llamado “ángel del hogar”, la mujer preparada para la higienización de los hábitos y costumbres de la casa y de los miembros de la célula familiar, capacitada además para guiar la gobernanza de la economía de la casa con los recursos disponibles. La higiene y la economía modernizaban en parte el programa de educación de la mujer, sin afectar en lo esencial a las expectativas diferenciales de cada sexo.