Ir a Dibam Ir al Inicio
       
 

por Salvador Rodríguez-Becerra



 
 

Los hombres han necesitado crear y celebrar fiestas, forma institucionalizada de romper con la cotidianidad y relacionarse con lo sobrenatural. La fiesta conmemora, repite cíclicamente, finaliza y comienza etapas a través de rituales. La fiesta es la ocasión para la expresión del ritmo, la plástica, la sociabilidad, la emotividad, el comensalismo y hasta el desenfreno, y es la mejor ocasión para el encuentro con lo sobrenatural. La fiesta es expresión y síntesis de la cultura de los pueblos. Éstos manifiestan real y simbólicamente en ella su concepción del mundo, su particular visión de las relaciones entre los hombres, los seres sobrenaturales y la naturaleza. En la fiesta puede percibirse el pasado, el presente e intuirse el futuro. La fiesta como las sociedades y culturas surgen, permanecen en el tiempo pero también desaparecen.

La fiesta es una clara expresión de la identidad de los pueblos por encima de las funciones y significados políticos, económicos, sociales y simbólicos a cuya articulación contribuye. Las fiestas en Andalucía son símbolos de lo andaluz, como por ejemplo, lo son la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla o la alhambra de Granada. La fiesta son monumentos vivos en los que se integran los factores que definen a una comunidad y puede ser considerado un texto en el que leer los aspectos más relevantes de la cultura. Es fundamentalmente conservadora y cumple la función de vertebración de conjuntos de individuos y de creación de identidades colectivas. Algunas entidades menores mantienen a duras penas sus fiestas por el peso de la tradición y porque constituyen unidades sociales diferenciadas. En la fiesta se opera la disolución simbólica de la heterogeneidad social en la unidad de la comunidad.

Aspectos teórico-metodológicos de la fiesta
El panorama hermenéutico de la Antropología en las últimas décadas ha estado dominado por la huida o relegación de los estudios al comportamiento religioso, los ritos y las instituciones, dejando de lado el intento de explicación última de la experiencia social y personal del hombre con lo que llamamos religión. "Esta perspectiva pragmática -dice Turner citando a Geertz- evita la indagación directa acerca de las raíces últimas de la fe de un individuo o una comunidad y prefiere centrarse en la cuestión de 'cómo cuenta en este mundo con el apoyo de unas formas simbólicas y unos ordenamientos sociales ' " (Turner, 1956: 409). Arnold Van Gennep esta en la base de este nuevo acercamiento y por ello, "Le corresponde el mérito de haber hecho de la antropología la clave para un conocimiento más profundo de la condición humana que el aportado por el funcionalismo, el estructuralismo o el materialismo dialéctico" (Turner, 156: 410). La clave esta en el concepto de 'liminalidad', que estableciera Van Gennep en sus Ritos de paso (1909), que tiene numerosas implicaciones cuando esta directamente relacionada con las implicaciones en las etapas cruciales de la experiencia humana. Es decir, que en ciertas circunstancias, durante la fase liminal se suspenden las clasificaciones culturales, las categorías sociales, las normas y las sanciones. "Lo que antes 'importaba', ya no importa, y lo que importará en adelante se esta creando en el ámbito de la separación liminal que supone una segregación del mundo ordinario y cotidiano" (Turner, 1956: 410).

Estas afirmaciones que están pensadas fundamentalmente para los ritos de iniciación, son también aplicables a los ritos festivos recurrentes y estacionales con fases liminales públicas que incluyen el juego, la rivalidad, el exceso y que implican la suspensión de normas, valores, inversiones simbólicas de categoría social, género, edad, etnia, orden temporal, etc. La liminalidad expresa más que factualidades, potencialidades, deseos, posibilidades y es por ello que manifiesta mejor lo sagrado, los símbolos de una realidad superior, los mitos de creación, de la aparición de figuras enmascaradas y monstruosas, etc. En la liminalidad también se producen cambios por cuanto que junto al rigor de los ritos queda un espacio para la reflexión, pueden proponerse nuevos modelos para la vida social que se legitima en los estados alterados propios del chamanismo, la obsesión, el trance, pero también y frecuentemente "como una especie de creación espiritual popular en el curso de la liminalidad pública de los grandes ritos cíclicos". (Turner, 1956: 413).

Durante este período se eliminan graduaciones y distinciones creándose una communitas , que aunque tiene carácter efímero es capaz de generar consecuencias sociales y culturales de largo alcance. No es solo la ausencia o lo contrario de situaciones positivas capaces de generar nociones "supersticiosas" y actividades fetichistas, sino que en el ámbito de la communitas es capaz de generar claves aplicables a la religión no fácilmente accesibles desde la perspectiva del pensamiento abstracto y descontextualizado. Los ritos, de esta suerte, serían portadores de los mensajes capitales de las religiones y no solo como mero reflejo de la estructura social, que se nos presentaría como una "mentira", como un residuo de la experiencia liminal, como "desechos" de los procesos de crecimiento significativos de los momentos de transición en la existencia de grupos y personas. "El proceso ritual revela que la religión religa desligando (de las estructuras sociales), ya que la fuente de la unidad (o no dualidad) están en la antiestructura, aunque es también la fuente y el sostén de las múltiples estructuras de la naturaleza, la mente, la cultura que aún encadena a la humanidad. Pero al final las disuelve o destruye" (Turner, 1956: 415).

La fiesta cumple una función, pocas veces tan profundamente sentida, como es la confirmación de la pertenencia a la communitas . La fiesta es también la ocasión privilegiada en que la mayoría se hace presente en un lugar y tiempo precisos. Esta concurrencia, que pocas veces pueden garantizar los organizadores de actividades culturales o políticas, ofrece enormes posibilidades y facilidades de observación para el antropólogo. A su vez la religión y la fiesta se constituyen como una de las claves de la configuración cultural de un pueblo, lo que ha dado en llamarse etnicidad.

Las relaciones de cada sociedad con lo sobrenatural, y las fiestas como marco que las temporaliza, se configuran de una especial manera en función de las circunstancias históricas y medioambientales. En el caso de las sociedades de la Península Ibérica los siguientes factores son los que la vertebran:

a) El carácter agrícola de la sociedad lo que ha supuesto depender de los ciclos estacionales y climáticos para la fecundación de las semillas y la reproducción delos ganados.

b) El proceso de cristianización de la sociedad hispánica con la pérdida paulatina de las religiones precristianas. En consecuencia, el calendario se llenó de celebraciones festivas cuyo referente serán los seres sagrados cristianos, aunque en casos no fue sino la cristianización de los anteriores. Cada población tendrá su santo protector en cuyo nombre se celebrarán fiestas, a las que se unirán las de ámbito ecuménico (Fernández Juárez y Martínez Gil, 2002). Recientemente, la fiesta acusa la influencia de la nueva forma de medir el tiempo.

c) El carácter de sociedad histórica de nuestra sociedad que tiene conciencia del pasado aunque mitificado. Así, la romanización con la secuela de mártires, seráel origen de numerosas fiestas patronales; tras la conquista cristiana de al-Andalus la virgen María llenará el vacío del culto a mártires y santos (Christian, 1976). La convivencia entre musulmanes y cristianos, pacífica unas veces y armada otras, pero siempre hostil, permanecerá en las fiestas de moros y cristianos.

d) Finalmente, la necesidad de las comunidades de identificarse a sí mismas en relación y oposición con otras. La fiesta es uno de los complejos culturales que más contribuyen a esta identificación con su celebración anual.

La fiesta como ruptura de lo cotidiano: tiempo de fiesta / tiempo de ocio.
La Antropología aborda la comprensión y explicación de los hechos sociales y culturales desde una perspectiva global y comparativa. Por este motivo, esta disciplina se ha convertido en una forma distintiva de entender el mundo que vivimos, en un método particular de conocer la realidad social y cultural que se manifiesta en dos actitudes inconfundibles. La primera refiere al interés por estudiar la cultura en todo tiempo y lugar desde una perspectiva comparada. La segunda radica en el esfuerzo por entender aquellas categorías de pensamiento que dan sentido a la realidad de las sociedades, y una de las categorías más significativas para una cultura es el tiempo de fiesta.

El tiempo social, constituido en forma de calendario, rige nuestra percepción del mundo. Con éste secuenciamos, ordenamos, priorizamos y estructuramos las tareas a realizar. Dentro de este marco, las celebraciones comunitarias son los referentes que vinculan y nombran cada periodo. Las fiestas han servido y sirven como marcas que nos ubican socialmente en el continuum temporal. Paralelamente, el tiempo de fiesta estructura la vida cotidiana de manera distinta a como lo construye el calendario laboral. Al observar la fiesta desde ese nivel de representación compartida, podemos percibir cómo los grupos producen sociedad a través de la acción emotiva. Porque el tiempo de fiesta es, ante todo, un tiempo grupal que sumerge al individuo en un sentimiento estético de carácter colectivo. Durante la fiesta se intensifican la comunicación social y el intercambio de valores. Es un momento en el que se activan los contactos entre individuos y grupos, y en el que se produce un aumento de las interacciones de todo tipo. La fiesta es una especie de instrumento mediador en la reconstrucción del sistema social.

Junto a este hecho histórico observamos cómo irrumpe en el sentido colectivo de realidad la noción de tiempo de ocio. Este nuevo tiempo, sin embargo, no aparece vinculado a un sentido colectivo de realidad, sino al proceso de reducción de horas de trabajo asalariado y a la necesidad de recuperación física y psíquica para mejorar el rendimiento laboral. De ahí que, aunque el tiempo de ocio nace como opuesto a la actividad laboral, ambos se complementan funcionalmente y, por tanto, al no modificarse sustancialmente ni la secuencia, ni el orden, ni la jerarquía de actividades, ambos son parte de la misma estructura de realidad.

La suave y gradual incorporación de la noción de ocio al discurso del sentido cotidiano, produce una traslación del sentido originario de fiesta hacia este otro de descanso con el que se caracteriza funcionalmente al ocio en nuestra sociedad. Esta progresiva identificación entre el sentimiento estético compartido de la fiesta y la función de ocio como descanso individual, socava las bases sobre las que se asienta la capacidad de producir sentido de una comunidad moral. Frente al predominio de la acción simbólica de grupo que caracteriza la fiesta, el discurso más actual vincula las esperanzas emancipadoras y de libertad al esparcimiento individual en tiempo de ocio.

Esta dualidad de significados genera una confrontación entre la instrumentalidad del ocio y el sentimiento estético de la fiesta que se plasma en una doble percepción del sentido de ésta. Por un lado, el sentido práctico de la fiesta como tiempo para el descanso y la recuperación física y psíquica y, por otro, el sentido vital de la fiesta como segunda vida , por emplear el término de Mijail Bajtin para referirse a ese momento en el que se penetra en el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad y de la abundancia. Los antropólogos constatamos que las primeras festividades que han experimentado esta traslación del sentido han sido, -son- aquellas conmemoraciones más vinculadas al sentimiento religioso. Así lo atestigua la revitalización de la Semana Santa en Andalucía. Los hechos etnográficos muestran cómo la secularización, también a través del espectáculo y el turismo, ha irrumpido en estas fiestas de forma que hoy no se entienden, como manifestación de un sentimiento estético colectivo sino en su vertiente de nuevo tiempo de ocio práctico e instrumental. Así, la Semana Santa o la Navidad no se caracteriza por un sentido vital de la existencia social en comunidad o en familia, sino por el traslado a otros lugares. Estas festividades, si alguna vez fueron fiestas en el sentido de antiestructura que propone Turner, hoy poco tienen de aquel espíritu. En conclusión, en la actualidad asistimos a un proceso que por un lado, mantiene el valor del tiempo de ocio como reparador del esfuerzo laboral y, por otro, amplia ese mismo sentido instrumental hacia la esfera de aquel tiempo de fiesta en el que una sociedad se muestra libremente, produce sentido, y crea lazos morales de comunidad.

Propuestas de actuación
La fiesta por ser un complejo cultural de tanta importancia para las sociedades requiere de la reflexión sobre la conveniencia de intervenir en su desarrollo y continuidad. La conservación de las fiestas no requiere en muchos casos de ninguna actuación salvo las de favorecer o ,al menos no impedir que se mantenga viva, porque la sociedad la impulsa desde sí misma, aunque los poderes públicos y las instituciones pueden tratar de ordenarlas o reconducirlas pero no embalsamarla. Conceptos como pureza, autenticidad, tradición son términos ambiguos y desde luego no cuadran con la fiesta y por eso no tiene demasiado sentido la polémica entre conservacionistas y puristas. El conocimiento y la puesta en valor de los elementos, funciones y significados de la fiesta entre los organizadores y actores son básicos para la supervivencia. Hay que tener en cuenta que la divulgación de catálogos y guías de turismo, así como las declaraciones de interés turístico o antropológico, terminan por afectar directamente a la fiesta y a sus actores principales que pueden terminar pensando más en los turistas que en los destinatarios naturales de la fiesta. En cualquier caso, no es incompatible el marketing turístico-festivo con el goce y la vivencia de los protagonistas de la fiesta, para lo que puede ser necesaria la intervención de la "ingeniería festiva" que reconduzca ciertos rituales y comportamientos.

Bibliografía citada

CHRISTIAN, W. "De los Santos a María", en C. LISÓN TOLOSANA (ed.), Temas de Antropología Española , Akal editores, Madrid, 1976, pp. 49-105

FERNÁNDEZ JUÁREZ, G. y MARTÍNEZ GIL, F. (coords.), La fiesta del Corpus Christi , Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002

RODRÍGUEZ BECERRA, S., Las fiestas de Andalucía. Perspectivas desde la Antropología cultural , Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1985

RODRÍGUEZ BECERRA, S., Religión y fiesta . Antropología de las creencias y rituales de

Andalucía , Signatura Demos, Sevilla, 2000

TURNER, V., "La religión en la actual antropología cultural". Concilium , 156 (1956), Ediciones Cristiandad, Madrid, 409-415

 
subir  
       
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Historiador Univesidad de Sevilla