CITAS LITERARIAS

EDIFICIOS DE ENTORNOS PORTUARIOS: CANTINAS, OFICINAS...

Eché a andar, loco de contento por tener oportunidad de ver de nuevo los barcos anclados y el ajetreo de los marineros; deambulé entre una muchedumbre de gente, carros y fardos, pues era el momento de más actividad en los muelles, hasta que di con la taberna que buscaba.

Era un establecimiento pequeño, pero agradable. El cartel estaba recién pintado y las ventanas lucían unas bonitas cortinas rojas y el suelo estaba limpio y enarenado. A cada lado de la taberna había una calle a la que daba con sendas puertas, lo que permitía una buena iluminación, a pesar de tener el techo bajo y del espeso humo de tabaco. Los parroquianos eran casi todos gente de mar, y hablaban con tales voces, que me detuve en la entrada, temeroso de entrar.

Robert L Stevenson. La isla del tesoro. 1883

El bar estaba ahora lleno de los huéspedes que se habían dejado caer por allí la noche anterior, y a quienes yo no había mirado todavía bastante. Casi todos eran balleneros: primeros, segundos y terceros oficiales, carpinteros, toneleros y herreros de marina, arponeros y guardianes; una gente tostada y musculosa, de barbas boscosas; un grupo hirsuto y rudo, todos con sus chaquetones a modo de batines mañaneros. Se podía decir claramente cuánto tiempo había estado a bordo cada uno de ellos.

Herman Melville, Moby Dick, 1851

Ulises se aficionó a recorrer los cafetines del puerto donde los viejos pescadores se entregaban a la bebida y jugaban a las cartas con los naipes gastados [...] Pronto se hizo cliente asiduo de la taberna EL Tiburón, decorada con arpones de pescar marrajos, con ánforas y anclas antiguas, una colección que el viejo Basilio había sacado del mar cuando iba enrolado en la barca Virgen del Carmen [...] Ulises soportaba las bromas de buen grado a cambio de que le contasen historias de barcos y singladuras.

Manuel Vicent, Son de Mar, 1990

Al día siguiente, el capitán y yo arreglamos mis asuntos en la Oficina del Puerto. Era una habitación grande y de techo elevado, fresca y blanca, en la cual la luz tamizada brillaba serenamente. Todo el mundo, empleados y gentes de fuera, estaba allí vestido de blanco. Sólo los pesados y bruñidos escritorios formaban en el centro una fila oscura y reluciente y algunos de los papeles que los cubrían eran de color azul. Enormes punkahs enviaban desde lo alto una agradable corriente de aire a través de aquel inmaculado interior y sobre nuestras frentes sudorosas.

[...] Allí estaba a dos pasos de la Oficina del Puerto. Era un edificio bajo, que, con sus blancos pabellones y columnatas, en medio de un césped bien cuidado, tenía un aire palaciego. Allí habría tenido, realmente, la impresión de ser un pasajero. Lanzándole una mirada hostil, me encaminé hacia el Hogar del Oficiales de Marina [...]. El Hogar era un amplio bungalow con una extensa galería exterior [...] Esta institución tenía cierto carácter de club, pero con un cierto sabor gubernamental puesto que se encontraba bajo la administración de la autoridad del puerto.

Joseph Konrad, La línea de sombra, 1916

Hace más de quince días que el mar y la tierra luchan ferozmente en el punto más tempestuoso del Pacífico sur: el faro Evangelistas, el más elevado y solitario en los islotes que marcan la entrada occidental del estrecho de Magallanes, y sobre cuyo pelado lomo se levantan la torre del faro y su fanal, como única luz y esperanza que tienen los marinos para escapar de las tormentas oceánicas.

La lucha de la tierra y el mar es allí casi permanente. La cordillera de los Andes trató, al parecer, de oponerle algunos murallones, pero en el combate de siglos todo se ha res-quebrajado; el agua se ha adentrado por los canales, ha llegado hasta las heridas de los fiordos cordilleranos y sólo han permanecido abofeteando al mar los puños más fieros, cerrados en dura y relumbrante roca como en el faro Evangelistas.

[...] La construcción del faro es una página heroica de los marinos de la Subinspección de Faros del Apostadero Naval de Magallanes, y el primero que escaló el promontorio fue un héroe anónimo, como la mayoría de los hombres que se enfrentan con esa naturaleza.

Hubo que izar ladrillo tras ladrillo. Hoy mismo, los valientes guardafaros que custodian el fanal más importante del Pacífico sur están totalmente aislados del mundo en medio del océano. Hay un solo y frágil camino para ascender del mar a la cumbre; es una escala de cuerdas llamada en jerga marinera «escala de gato», que permanece colgando al borde del siniestro acantilado.

[...] Los víveres son izados de las chalupas que se atracan al borde por medio de un cabrestante instalado en lo alto e impulsado a fuerza de brazos. Una escampavía de la Armada sale periódicamente de Punta Arenas a recorrer los faros del oeste, proveyéndolos de víveres y de acetileno.

[...] cuando hay mal tiempo es imposible acercarse al faro y arriar las chalupas balleneras en que se transportan las provisiones.

Francisco Coloane, Cabo de Hornos, 1941

Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía

Agencia Pública de Puertos de Andalucía Universidad de Sevilla Unión Europea

Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía

Proyectos de I+D+i 2013-2015.

Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.