LA PESCA

APUNTES GEO-HISTÓRICOS

Andalucía cuenta con un amplio litoral, de más de 800 kilómetros, que se extienden entre el puerto de Ayamonte en la desembocadura del Guadiana y cala cerrada, en el límite de Almería con Murcia. A pesar de corresponder a dos masas oceánicas con características diferentes (más agitadas, frías y menos densas las aguas oceánicas, a las que corresponde una fauna parecida pero de mayor tamaño medio), el litoral ha sido históricamente un espacio de transmisión de conocimientos, experiencias y formas de apropiarse del entorno marino. Es decir, no ha sido un espacio segmentado, sino continuo, como se refleja en la rica variedad de técnicas, pesquerías, instituciones y expresiones culturales (incluyendo las lingüísticas) que comparten los pescadores del frente atlántico y el mediterráneo, a pesar de la línea de división administrativa en el Estrecho de Gibraltar.

Atlas Marítimo de España desde Punta de Europa a Cabo de Gata. Rafael Mengs 1782.

Carta del Estrecho de Gibraltar 1932.

Las almadrabas se extendían tanto por la vertiente mediterránea como atlántica para aprovechar el doble paso de los atunes y especies afines.

La jábega, arte de tiro desde la costa. Garrucha 1917.

Grupo de trabajadoras envasando anchoas en la Conservera de Hoyos. Estepona, década de 1920.

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Ello es debido al continuo trasvase poblacional, a los movimientos de migración que han caracterizado la franja litoral desde antiguo, no sólo en el espacio hoy contenido en Andalucía, sino como consecuencia de migraciones de pescadores y negociantes que procedían desde las costas cantábricas, portuguesas y mediterráneas. La continuidad y proximidad culturales entre las zonas litorales de las distintas costas, por tanto, es un rasgo característico de las sociedades marineras. Para comprender esta proximidad hemos de tener en cuenta que el trabajo en la mar no se reduce a las faenas de pesca, sino que afecta a las relaciones sociales, a los modelos de familia y de organización empresarial, a los tipos de conocimiento, a las expresiones religiosas… todas las cuales quedan articuladas en relación con la experiencia marítimo-pesquera.

La vocación marítima y pesquera de Andalucía está constatada desde época antigua, y ya en el horizonte de las colonias fenicias y púnicas (siglos IX-III a. C.), de las colonias griegas (siglo VI-V a.C.) y en el período de dominación romana, se constata la existencia de una muy pujante industria de la pesca con capacidad de productos manufacturados (especialmente salazones y salsas de pescado) que se comercializaban en un amplio radio geográfico, hasta el Mediterráneo oriental, donde serán muy apreciadas. Aunque no hay demasiados avances en la investigación arqueológica e histórica en el período islámico, sí se puede suponer que las actividades pesqueras continuaron estando presentes en el litoral. Ya en época moderna, la pesca en las costas de Andalucía se polariza ente dos grandes modalidades. Por una parte, la más industrial y de aprovechamiento comercial a gran escala: de entres estas pesquerías destacan las almadrabas, que se extendían tanto por la vertiente mediterránea como atlántica para aprovechar el doble paso de los atunes y especies afines –de entrada y de salida- desde el Atlántico al Mediterráneo Central. Además, la investigación histórica documenta la importancia de pesca de altura desde los puertos atlánticos hacia los caladeros norteafricanos, que capturaban principalmente merluzas y sardinas para su salado y comercialización, desde los siglos XV y XVI. Para comprender esta actividad, hemos de entender que el pescado era un alimento estratégico durante todo el Antiguo Régimen, pues casi 100 días al año estaba vedado el consumo de carne.

De otra parte, las comunidades litorales hubieron de aprovechar los recursos marinos, fluviales y litorales para incrementar el aporte de proteínas en su dieta. Una multitud de sistemas de pesca, útiles, aparejos y artes se fueron desarrollando, y compartiendo, a lo largo de las costas meridionales. Una buena parte de estas actividades usaban limitadamente la navegación, pues las actividades se circunscribían a desembocaduras de ríos, a la franja litoral, a la pesca de caña y, sobre todo, al uso de artes que se largaban desde la costa con poca penetración en el mar, siendo el más importante de todos, sin duda, la jábega (arte cuya denominación, al igual que la almadraba, apunta a la importancia de su uso en época islámica).

Pero el siglo XVIII empezó a marcar un giro importante en la historia de la pesca meridional, con la llegada de pescadores y comerciantes, en especial de las costas catalanas y valencianas, que traían un sistema de pesca más intensivo y no conocido en el Atlántico: las parejas o bous de arrastre. La incorporación de esta pesquería, además de animar la industria salazonera y los mercados, significó un punto de inflexión y la recuperación de la actividad comercial relacionada con la pesca andaluza, ahora controlada por los fomentadores catalanes. También hubo distintos conflictos socio-territoriales por la irrupción de los nuevos pescadores y sus artes, su incompatibilidad con los sistemas ya asentados, menos intensivos, por lo que los argumentos ecológicos fueron frecuentes en las reclamaciones al Ministerio de Marina por parte de las organizaciones de pescadores tradicionales. El asentamiento de los pescadores levantinos en algunos puntos estratégicos como La Higuera (Isla Cristina) es un ejemplo de esta dinámica, creando un centro extractivo, transformador y comercializador muy especializado. Otro hecho político-administrativo afectó especialmente a los pescadores: la decidida política de los Borbones de fomentar las industrias navales por motivos militares. Por ello fue obligatoria la inscripción en la Matrícula del Mar (1717-1873), como gremio separado a quien se garantizaba la especialización y ciertos privilegios, a cambio de acudir a la Armada Real. La frecuencia y duración de las campañas militares, la tardanza y lo escaso de los cobros por los servicios prestados y el incumplimiento por las autoridades locales de las condiciones de los privilegios hicieron multiplicarse las deserciones de la Matrícula, ya en el siglo XVIII, hasta su definitiva desaparición.

El siglo XIX se debatió entre la liberalización de la actividad pesquera (1814) –de modo que las pesquerías dejaban de formar parte de los monopolios señoriales- y su progresiva industrialización en el último tercio del siglo. Ello intensificó los conflictos entre las modalidades más intensivas y las tradicionales. Innovaciones tecnológicas en las conservas –que venían de distintas partes del mundo- se adaptaron rápidamente en municipios costeros, especialmente aquellos que tenían garantizado el suministro por el acceso a caladeros norteafricanos, y así se fue configurando una potencia industrial muy destacada en especies pelágicas (túnidos y sardinas), radicada en los puertos onubenses y próximos al Estrecho de Gibraltar, fundamentalmente. El impulso de las expediciones de pesca en aguas alauitas marcó la revitalización del nacionalismo marítimo de corte colonial, correspondiendo con la pérdida de las colonias americanas.

Hasta los años setenta y ochenta del siglo XX, la flota andaluza se segmentó en pesquerías industriales (grandes buques congeladores, de arrastre fundamentalmente) que faenaban en toda la fachada noroccidental del continente africano; las pesquerías de medio alcance que hacían lo propio en el Norte de Marruecos (cerco, arrastre, palangre) y las modalidades más artesanales que seguían trabajando en los caladeros próximos a los puertos de desembarco. El progresivo cierre de caladeros por la nacionalización de los caladeros africanos, la paulatina ruptura de acuerdos de pesca con Terceros Estados y la inserción de España en la Unión Europea marcó el fin del modelo intensivo de pesca, dejando sin futuro a un buen número de empresarios y trabajadores –incluidos los de las empresas de transformación-. Se produce desde entonces un repliegue hacia el modelo artesanal, que acaba concentrando la mayor parte del tonelaje, la fuerza de trabajo y las unidades productivas. La profunda renovación de las estructuras portuarias desde los años noventa en adelante ha permitido la consolidación de este segmento, que hoy ha de afrontar problemas de sobrecapacidad (hay más unidades y potencia pesquera que la que soportan los caladeros) y de valorización comercial. Tanto en términos económicos como socio-laborales, el artesanal es hoy el segmento más importante de la pesca andaluza, siendo una de sus fortalezas su tradición de sostenibilidad, lo que ha facilitado que sea uno de los objetos preferentes de la política pesquera a nivel europeo.

Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía

Agencia Pública de Puertos de Andalucía Universidad de Sevilla Unión Europea

Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía

Proyectos de I+D+i 2013-2015.

Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.